Juan Luna
Todos en algún momento de nuestro paso por la vida nos encontramos con pausas obligadas, no siempre el semáforo puede estar en verde, como tampoco puede estar en amarillo o en rojo siempre. El semáforo es la imagen con los que voy a descifrar las ideas de este proceso de vida que se construye, muchas veces, desde las cenizas, y otras desde la gloria.
La ruta de los sueños es la suma de tus ideales, aspiraciones, objetivos ejecutables y metas alcanzables que te conducirán al éxito porque ese es el fin de todo ser humano, pues, nadie quiere vivir fracasado o en la oscuridad al no poder encontrar la luz, aunque sea la intermitente que de a poquito le abre la esperanza.
El camino del éxito se expresa en el semáforo verde que te da las pautas, sin interrupción para avanzar, eso sí, con mirada vigilante expresada en la mansedumbre de una paloma, pero también, orientado por la astucia de una serpiente. Al avanzar debes valorar los logros que van haciendo de ti el gran ser humano que esta sociedad egoísta necesita y luego podrás ser el profesional que la sociedad mediocre prefiere por la mezquindad y ambición de los intereses del poder de turno.
El éxito se sostiene, primeramente, en saber ser, que es el conjunto de valores que construyen tu personalidad, tu identidad, tus principios y convicciones que son innegociables, por eso, a los que la historia llama héroes y heroínas perduran en el tiempo porque no claudicaron ni traicionaron, supieron mantenerse ante la adversidad, revisaron sus sueños, los revisaron y persiguieron hasta alcanzarlos.
Sin embargo, no todo camino u opción de vida está llena de luces, también afloran las sombras y es cuando el semáforo se nos pone en amarillo, para recordarnos, que debemos caminar, pero, deteniendo la mirada hacia los cuatro lados para observar quienes van a nuestro lado y qué pretenden con nosotros, desacelerando es como evitamos el riesgo de accidentarse. Allí, en ese momento, nuestras emociones entran juego para actuar con inteligencia y sagacidad para hacer una breve pausa y retomar el primer impulso y proseguir los sueños.
Mientras seguimos avanzando, va a llegar un momento que el semáforo se pone un rojo, nos pone una pasa larga, que no entrecorta el camino para hacer luego trasbordo, sino que, nos hace un llamado de atención para replantearnos la ruta, retomar fuerzas, respirar profundo e impulsarnos con más fuerza, creatividad, criticidad y un manejo adecuado de nuestra inteligencia emocional nos iluminarán la ruta formulada.
Los colores de semáforo aplicados en nuestra vida son una muy buena imagen para conocer y comprender que al perseguir la ruta de nuestros sueños, no toda pasa por la tranquilidad, al contrario, son el espejo para descifrar los altos y bajos que tenemos en el largo recorrido y que como seres humanos somos sujeto de fortalezas y debilidades, de oportunidades y amenazas que pueden corroer el objetivo final.
Invito a todos los que vivimos en esta sociedad mediocre y mezquina por los intereses de turno a saber mirar más allá de ellos y sus proyectos y privilegiar los proyectos individuales que harán de ti la mejor persona y desde tu ser enrumbarás una nueva sociedad construida desde la diversidad de valores, parafraseando a San Pablo diría: “hay diferentes dones, pero un solo espíritu” (I Cor. 12:11).
¡Anímate, sigue tus sueños!