Por: Sandra Beatriz Ludeña
Eduardo Galeano (1940-2015), escritor, ensayista, periodista uruguayo, conocido por su línea de pensamiento izquierdista. Considerado filósofo de ideas y de remarcada influencia en nuestros tiempos.
Por su obra Las venas abiertas en América Latina es considerado autoridad en la denuncia de temas sociales.
En mi opinión, Galeano en sus escritos deja claro que el mundo de la economía trae concebida la injusticia social. Para este escritor y pensador no es raro que las grandes tiendas y supermercados que reciben semanalmente millones de clientes hagan el negocio del lagarto, vendiendo mucho y explotando harto, así, cientos de miles de empleados y trabajadores de tales tiendas tienen prohibida la afiliación a los sindicatos. Si alguno de estos empleados se le ocurre contradecir la política de la empresa, se convierte en desempleado.
Tales empresas operan con normalidad, aunque contravengan uno de los derechos humanos proclamado por las Naciones Unidas, el derecho a la libre asociación.
En la carta magna del Ecuador también tenemos este derecho fundamental; sin embargo, cada vez son menos las personas que desean agremiarse en un sindicato, por temor a las represalias de los patronos.
Los contratos colectivos, instrumentos a través de los cuales los obreros pueden hacer valer sus derechos, cada vez y con mayor frecuencia son desconocidos, invalidados, anulados, pues, en el fondo, solamente sirven para decir que existe un mecanismo para validar derechos colectivos, mientras que la institucionalidad garantiza la suficiente impunidad a las instituciones del Estado y a las grandes corporaciones.
En días como el “Primero de Mayo, Día Internacional de los Trabajadores”, las protestas por este tipo de prácticas no se hacen esperar. Sin embargo, todo confabula para trastocar la realidad. Dice Galeano que en la industria posmoderna el trabajo ya no está concentrado, por decir, en empresas como la Toyota, los contratistas fabrican las tres cuartas partes de su producción automotriz. De cada cinco empleados de la Volkswagen en Brasil, solo uno es empleado directo de la empresa. Y los contratistas encargados de aliviar el peso laboral a las grandes corporaciones, no cumplen con todos los beneficios sociales para sus trabajadores.
Finalmente, Galeano afirma que el poder económico está más monopolizado que nunca, pero países y personas compiten, a ver quién ofrece más a cambio de menos y así, tiran de esa cuerda para obtener mayor trabajo a cambio de la mitad de remuneración. Triste realidad la que nos muestra Eduardo Galeano y concluye: “A la vera del camino están quedando los restos de las conquistas arrancadas por dos siglos de luchas obreras en el mundo”.