P. MILKO RENÉ TORRES ORDÓÑEZ
Monseñor Jorge Lozano, secretario general del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), cuando profundiza en la realidad que vive la Iglesia en Latinoamérica y el Caribe, destaca cuatro áreas críticas que se relacionan con el planteamiento del papa Francisco acerca de la sinodalidad: comunión, participación, misión y funcionalidad jerárquica. La comunión es un aspecto fundamental de la Iglesia, aunque tiene desafíos. El clericalismo, el autoritarismo, los fundamentalismos y las ideologías presentan obstáculos para lograr la verdadera comunión, al igual que las divisiones internas.
La centralidad de la Palabra de Dios no debe pasarse por alto en la catequesis, y el itinerario de la iniciación cristiana tiene que facilitar un encuentro con Cristo vivo. Otro desafío es que la identidad evangelizadora de la Iglesia y las comunidades se centran más en resolver sus problemas que en tender la mano, en la misión misma. Hay una tendencia a no permitir hablar a los jóvenes cuando desean hacerlo. Ellos han entrado en la era digital, pero la Iglesia no. Está lejos de los gritos y suspiros de las tierras, de los pueblos y de las vulnerabilidades de los marginados. Entre aquellas cuestiones que se asocian al clero y a la jerarquía de la Iglesia, podemos mencionar la formación en los seminarios y comunidades religiosas. Es necesaria una reforma urgente. Todavía se respira un aire tridentino. Otra área de preocupación involucra a la ordenación presbiteral de diáconos permanentes, particularmente en el contexto de la Amazonía, junto con la inclusión de sacerdotes casados. Numerosos casos de abuso ocurren dentro de la Iglesia, específicamente con respecto a la conciencia, el poder y la mala conducta sexual. También hay una falta de transparencia económica que requiere atención. Finalmente, es esencial abordar la necesidad de valorar la conversión. Este análisis, complejo y profético, de Mons. Lozano, pone el dedo en la llaga. Resulta imperioso volver nuestra mirada a la cruz de Jesús. ¿Dudamos de su centralidad en nuestra misión eclesial? No basta con decir Dios, sino que esa intimidad con el Padre lo hace accesible para siempre. Las estrategias evangelizadoras pueden resultar vanas si, de modo culpable, hemos olvidado que Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida. Él nos lleva a Dios como Padre, porque de otra forma hubiera seguido siendo un Dios “desconocido” para nosotros. Jesús se atrevió más que nadie. Murió y resucitó. Por ello, es la verdad de nuestra existencia cristiana y la vida de nuestra experiencia de fe. El papa Francisco, al tiempo de refrescar la urgencia de volver a beber en la fuente del amor del principio, ha marcado una nueva ruta que hay que mirar para continuar haciendo las cosas de la mejor manera. Los movimientos laicales deben “evitar cualquier tentación de encerrarse en sí mismos». Pide que recemos para que los movimientos y grupos eclesiales redescubran cada día su misión evangelizadora, poniendo sus carismas al servicio de las necesidades del mundo. Reconoce que los movimientos eclesiales son un don, son la riqueza en la Iglesia. Les agradece porque renuevan la Iglesia con su capacidad de diálogo al servicio de los demás. Tienen que mantenerse en la armonía de la Iglesia porque ella es un don del Espíritu Santo.