Entre el miedo y la esperanza

luis_pineda47@yahoo.es

En los últimos años, los ecuatorianos estamos viviendo situaciones de conflictividad inimaginables que nos están conduciendo a contextos de angustia y desesperanza.

El padre Pedro Pierre, en su artículo “Amistad y libertad”, diagnostica la realidad actual del Ecuador de la siguiente manera:

“El miedo nos está ganando la partida. De hecho, no faltan razones para tener miedo. Por una parte, la violencia y lo asesinatos no han cesado con el toque de queda, por la razón de que no se trabaja a suprimir las causas de la violencia actual. Tampoco es aumentando las horas y los días de toque de queda que irá solucionando mejor la actual situación. Lo sabemos, cuando estamos enfermos, se buscan las causas de la enfermedad y se trata de eliminar estas causas para suprimir los efectos. Las causas de la violencia actual se encuentran principalmente en 2 razones: las desigualdades sociales y la falta de empleos.

Las desigualdades sociales provienen de la acumulación ilimitada de bienes y riquezas por parte de unos pocos a costa de la explotación de muchos. Las desigualdades son el resultado a un robo continuo del salario del trabajador, cuando no se paga un salario justo. Este debe cubrir mínimamente el costo de la canasta básica que llega actualmente a unos 900 dólares. Además, el trabajador tiene derecho a parte de las ganancias que produce su trabajo. Y hay centenares de miles de ecuatorianos que, a duras penas, ni ganan 400 dólares mensuales. Ahí está una de las razones de la gran pobreza que padecen la mitad de los ecuatorianos. La primera violencia no es de los pobres, es de los ricos que se apoderan de los frutos del trabajo ajeno. Por eso, las condenaciones de Jesús a los ricos: “¡Hay de ustedes los ricos porque ya tienen su recompensa!”

En cuanto al desempleo, la mayoría de los dueños de las empresas, sobre todo de las más grandes, no buscan crear nuevos empleos sino cómo sacar más y más dinero de su negocio. Así estamos desde decenios… y ahora parece que hemos llegado al tope: ¡No se aguanta más! “Los pobres se contagian de la maldad de los ricos y dan libre curso a la violencia, la explotación y la matanza. No es el aumento del número de policías, no la colaboración de los militares en la represión y la desarticulación de bandas delincuenciales, ni el libre porte de armas por parte de los ciudadanos que van a resolver el problema. Más bien este problema se va a hacer más grande… porque mucha gente entra en esta dinámica perversa de la violencia porque no tiene qué comer mientras otros derrochan a diestra y siniestra y no se preocupan si hay poco o mucho desempleo”.

Las preguntas obligadas son ¿qué podemos hacer? ¿qué debemos hacer?

Podemos realizar numerosas reflexiones en relación a nuestra historia tanto nacional como personal. Ha llegado la hora de valorar las herencias culturales que nos han dejado nuestros antepasados. Es hora de recuperar los testimonios de nuestros mayores de cómo se recuperaron de las diferentes crisis que vivió el país y de las dificultades que vivieron como familias. Pero, principalmente, es hora de despertarnos y proponer nuevas alternativas para no solamente enfrentar sino buscar soluciones a las diferentes crisis que vivimos en la actualidad.

Es hora de levantarnos con alegría, esperanza, solidaridad y hacer realidad nuestros sueños.