Evocar el nombre madre

Quilanga, 12 de mayo 2023

El calendario nuevamente nos ubica en fecha tan especial, el día de la madre y solamente evocar sublime palabra nos conmueve, sentimos palpitar con fuerza el corazón y la sensibilidad aflora en nuestros labios para saludar y desde la profundidad del alma expresar lo sublime y sagrado del bendito nombre madre, que, para mí, es la expresión de la ternura, bondad, humildad y sabiduría, compara sólo con Dios, que lo hizo y sabe todo.

En este domingo singular, el segundo del mes de mayo, nos lleva a la historia; así, en Grecia, adoraban a Rea, a quien la mitología describe como la diosa de la tierra y la madre de los dioses del Olimpo y la veneraban al inicio de la primavera por su rol materno, en la civilización egipcia, los templos se construían en honor a Isis, la diosa madre y con el nacimiento del cristianismo de juntaron en la figura de la Virgen María, madre de Jesús de Nazaret, en cuyo nombre existen advocaciones y festividades durante todo el año.

Ubicados en nuestra historia contemporánea, la celebración del Día de la Madre tiene sus orígenes en la lucha de activistas estadounidenses quienes, en 1870, dirigidas por la poeta Julia Ward Howe, reunió a las madres víctimas de la Guerra de Secesión norteamericana (12 de abril de 1861 – 9 de abril de 1865). Por el año 1908, Ann Marie Jarvis, quería que la memoria de su madre fuera recordada, respetada y además se reconociera un día para las madres trabajadoras, lo que llevó a que, en 1914, el presidente Woodrow Wilson instaurara oficialmente la celebración el segundo domingo de mayo.

En la memoria e historia de nuestras vidas al evocar a la madre surge un cúmulo de reacciones anímicas profundas, de recuerdos y de reminiscencias vividas desde el primer llanto al nacer, para luego, cual pedagoga acompañar y caminar en el crecimiento y conducirnos con pasos firmes sostenido desarrollo integral en la espiritualidad, inteligencia y en los valores humanos.

En el hoy, tanto, en la vida personal, familiar y en la construcción de la sociedad, nuestras madres tienen una participación activa, desinteresada, protagónica, cuyo ingrediente principal es el amor oblativo, capaz de dar la vida. Están presentes en los momentos de alegría y de gozo para felicitar, ante las contrariedades, las enfermedades y los fracasos que agobian nuestra cuerpo y corazón, sienten con profundo dolor a los suyos, pero, se revisten de fortaleza para librar a sus vástagos del sufrimiento.

El homenaje a la madre que todo hijo debe rendir debe empezar por honrar su nombre, su vida, su juventud y ancianidad; tal como lo señala la Sagradas Biblia, para quienes creemos: “Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días sean prolongados en la tierra que el Señor tu Dios te da” (Ex. 20,12 – Ef. 6,2-4), este es el único mandamiento con recompensa en esta misma vida. Luego, tiene que ser de gratitud eterna por su sublimidad y grandiosidad al darnos la vida.

El amor sincero de los hijos a su madre, no solamente debe ser un día en el año, sino, siempre, más en su ancianidad, pues, el peso de los años, de sus luchas y esfuerzos merecen nuestra compañía, que es el mejor regalo. Distanciémonos de los regalos, de las pomposas reuniones familiares, de las fiestas y promociones que los grandes comercios nos ofrecen y cuyo afán económico han distorsionado el verdadero sentido y valor del homenaje.

Invito a todos a volver a la esencia celebrativa, llevemos y expresemos amor a nuestras madres, en su vientre nos llevó nueves meses y en sus brazos y corazón estamos todos los días. Si está viva pide la bendición cada día, y si está muerta visita su tumba y llénate de esperanza, pues es tu ángel guardián.

¡FELIZ DÍA, MADRE!