Por Ruy Fernando Hidalgo Montaño
Pienso en mi madre y mi mente se ilumina con la luz intensa de su recuerdo. Como también me reprocho por tantas cosas que debí decirle a tiempo; con el pasar de los años, la he entendido mejor, creo que en ciertas ocasiones me quedé muy corto al momento de mostrarle mi gratitud por lo mucho que hizo y sacrificó por mí. En ciertos episodios de mi vida, entra en mi cerebro, por esa puerta invisible de la nostalgia.
Me gustaría traerla de nuevo junto a mí, decirle cuánta razón tenía, en la mayoría de cosas que me decía, mas retorno a mi realidad y mi alma se estremece ante el vacío de su ausencia. Vuelvo a mi dura infancia, pero recién comprendo, que pudo haber sido, tremendamente más dura sin ella, que fue ciertamente una intención de Dios en mi camino, confirmando aquello de que los tiempos Dios y las personas que arriban a tu vida son los exactos, aunque lo entiendas un poco tarde, lo importante es entenderlo.
Mi madre además de su abnegación, era dueña de una agudeza mental, poco común lo que le permitía manejar un sentido del humor increíble, hacía la broma oportuna, en el momento indicado, lo que provocaba hilaridad entre los que disfrutábamos de su compañía. Mi madre fue un puntal inquebrantable para toda mi familia, solemos recordarla siempre, en las comidas y sobremesas de mi casa, así como en cada festejo especial, en instantes de angustia y desolación, me suelo refugiar en el ejemplo infinito de su valentía y fortaleza, para de nuevo emerger y no naufragar en el océano de mis penas
Otra vez, retorno a mi niñez, parece que la puedo sentir y contemplar, en esas mañanas caseras con aromas deliciosos que provenían de la cocina hogareña, nadie como ella para hacer magia con lo que había, mangares exquisitos con ingredientes simples. Parece que la veo, sacando tiempo para todo y para todos, yo niño, en esa época no entendía toda la dimensión de su entrega, ahora adulto, recién comprendo la nobleza desinteresada del alma de mi madre.
Desde que se fue, nadie me ha vuelto a amar como ella, por suerte Dios la dejó junto a mí, 45 años, más de la mitad de la edad que ahora tengo. Mayo, es un buen motivo para festejar, recordar, compartir, con ese ser que nos diera la posibilidad de estar en la tierra y de disfrutar todo lo bueno que hay aquí, mientras la tengas a tu lado, amala, agradece por la fortuna de poder abrazarla. Y si no la tienes, eleva una oración por su descanso, que ella sepa que no olvidas que habitaste en vientre hasta por fin ver la luz. Muchas veces olvidándose de sí misma, luchó y soñó con verte feliz
Cada quien tendrá su propia historia con su madre, yo me he permitido compartir lo que representó la mía en mi existencia mediante estas líneas.
Un feliz día a todas las madres, ¡Dios las bendiga!