Ante todo lo nuestro

Por: Ruy Fernando Hidalgo Montaño

Esta semana, una gran cantidad de jóvenes ecuatorianos dio paso a una celebración ajena bajo la denominación de “Halloween” Una tradición muy antigua, que se remonta a la época del imperio romano, y que en la actualidad tiene su máxima expresión en el país de la alegría estadística, o sea, en los Estados Unidos de Norte América, país en el que, ni de chiste, se les ocurre copiar alguna de nuestras tradiciones.   

¡Irónicamente! Nuestros jóvenes hacen apología de vivencias foráneas que rinden culto a la muerte y que nada tienen que ver con nuestras raíces e identidad, y lo que es más preocupante, que no contribuyen en ningún caso a preservar y difundir nuestra vastísima riqueza cultural, tan venida a menos en sus últimos tiempos. En este momento, seguramente, habrá más de uno que, al leer este comentario, dirá que existen cosas más importantes y transcendentales en que pensar, y que no debería dar tanta importancia a cosas de muchachos. Pero yo pienso que no es así, sostengo que, se debe propiciar entre la nueva generación de habitantes de este Ecuador, el respeto primeramente a las cosas que conocemos y que forman parte de nuestra realidad y cotidiano entorno.

¡Por ejemplo, una gran cantidad de adolescentes ni siquiera tienen idea de que ayer fue el día de un símbolo patrio como el Escudo Nacional! Y, si lo saben, carece de importancia para ellos, pues solo las entidades oficiales rinden tributo al escudo, pero para los chicos es más relevante “la noche de brujas”. ¿Por qué tenemos que dejarnos arrastrar por esa corriente extranjerizante que proviene de un país, que no tiene nada en común con nosotros? Y la estamos dejando invadir y copar, a través de los medios de comunicación, todo lo que nos rodea, ¿por qué tenemos que hacerle el juego a la fiesta de un país que nos ha tenido por años sumergidos en una explotación inmisericorde de los recursos naturales que nos pertenecen? No es que me oponga a la algarabía a la que la juventud tiene derecho, sino que rechazo compartir fiestas que no nos representan para nada y que, en su mayoría, en nada aportan a valorizar nuestro origen mestizo del cual deberíamos sentirnos orgullosos toda la vida.

Tampoco tengo nada contra los habitantes comunes del país del norte, que reciben órdenes de sus gobernantes como nosotros. Si continuamos así, el irrespeto a lo auténticamente nuestro, poco a poco, nos ganará la batalla, con pequeños y aparentemente insignificantes detalles.

Hace poco, en una radio local, un comentarista decía que los lojanos vivimos de glorias pasadas, viendo apenado lo que pasa en la actualidad, pienso que, tiene mucha razón en sus aseveraciones, el prestigio se lo mantiene y se lo actualiza con cada generación; nosotros, a escala local y nacional, no lo estamos haciendo.