La identidad en la era de la hiperconexión

Por José Antonio Mora

Vivimos tiempos en que la constante pregunta es: ¿somos lo que vemos, lo que comemos, lo que sentimos, lo que damos, lo que hacemos, lo que sembramos o, acaso, una amalgama de todo ello? La búsqueda de identidad y de sentido ha sido una constante en la humanidad, y cada época presenta sus propios retos y matices.

Ninguna persona de bien podría estar en contra del deseo legítimo de cada ser humano de alcanzar su propia felicidad. El objetivo de la humanidad, a lo largo de su evolución, ha sido satisfacer las demandas de cada generación, siempre en la esperanza de que estas peticiones se alineen con el genuino humanismo de nuestra especie.

Las últimas dos décadas han sido testigo de un notable aumento en la visibilidad y apoyo hacia los derechos y movimientos LGTBI, así como del feminismo. Sin duda, estas corrientes han desempeñado un papel vital en la lucha por la equidad y la justicia. Sin embargo, esto también ha traído consigo un debate sobre la prudencia de mostrar abiertamente expresiones sexuales en medios y redes sociales.

La cuestión no es si los jóvenes deben estar expuestos a diferentes expresiones de identidad sexual, sino cuán preparados están para entender y contextualizar lo que ven. A partir de una cierta edad, se espera que los jóvenes puedan discernir basándose en sus propios valores y entendimientos. Pero, ¿qué sucede con aquellos que aún están en una fase temprana de formación y se encuentran expuestos a información que quizás no estén listos para procesar?

No se trata de cuestionar la libertad individual, sino de abogar por un sentido de responsabilidad colectiva, especialmente en espacios comunes. Los medios de comunicación, tanto convencionales como no convencionales, tienen un papel fundamental en la formación de opiniones y valores. Sin regulaciones adecuadas, existe el riesgo de que estos medios puedan ser utilizados para avanzar agendas que no necesariamente reflejen el bienestar general.
Es imperativo recordar que este debate no se limita solo a cuestiones de género. Los mismos principios se aplican en temas de economía, política y consumo. En una era de hiperconexión, la responsabilidad recae tanto en los creadores de contenido como en los consumidores. Es hora de hacer una pausa, reflexionar y buscar un equilibrio que respete tanto la libertad individual como el bienestar colectivo.