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El papa Francisco y delegados de todo el mundo cristiano han terminado una etapa sinodal. El resumen del proceso que presenta el padre Pedro Pierre en su artículo “Por una iglesia diferente y una sociedad nueva”, nos ayuda a encontrar un camino de compromiso humano y cristiano:
“Recién se termina en Roma un acontecimiento importante para el bien de las Iglesias y de la sociedad. Se trata de la última Asamblea sinodal de la Iglesia católica en el Vaticano, acompañada por las Iglesias ortodoxas.
Bajo la batuta tranquila del papa Francisco unos 400 representantes de los 4 continentes han logrado una reunión fraterna para responder a los desafíos que encuentra la proclamación de la Buena Nueva de Jesús de Nazaret.
En esta Asamblea eclesial dedicaron un primer tiempo a desentrañar la realidad eclesial y tener presente la social, para enfrentar los retos que se presentan.
En un segundo tiempo, aceptaron que esta sinodalidad, o corresponsabilidad compartida, ha venido para quedarse porque es una alternativa de otra manera de ser Iglesia más conforme al mensaje de Jesús, a la práctica de las primeras Comunidades cristianas y a las necesidades de los nuevos tiempos.
Se dieron cuenta que muchos obispos y sacerdotes no entran en esta dinámica porque no han sido preparado ni elegidos para esto, sino para ser funcionarios de una evangelización ajena a las preocupaciones de la mayoría de sus contemporáneos: Se cayó en el clericalismo, el patriarcado y el moralismo.
En un tercer tiempo fueron discerniendo los nuevos caminos a abrir tanto en las Iglesias como en la sociedad. Al nivel eclesial, los obispos se sintieron llamados a empeñarse por el éxito de la sinodalidad en sus correspondientes diócesis. Las y los laicos y las Comunidades que viven ya la sinodalidad se sintieron confirmados en el compromiso de fortalecerla en los ámbitos de su familia, vecindad, profesión y ciudadanía.
Al despedirse, decidieron colaborar con el Espíritu de Jesús que trabaja en las sabidurías y las espiritualidades de los pueblos para que otras maneras de ser Iglesia y vivir en sociedad sean posibles, donde la vida sea una realidad más feliz y la fraternidad un sueño más palpable.
Esta Asamblea eclesial terminó interpelándonos a todas y todos, porque todas y todos somos responsables de lo que nos está pasando. Las Iglesias son el resultado de lo que hacemos y no hacemos en ellas. El país en que vivimos es también el resultado de nuestras diversas actividades o de lo que permitimos que otros hagan. Somos, en nuestro planeta, una sólo unidad de vida o de muerte según lo que somos y hacemos.
Dentro de un año, estos 400 representantes volverán a reunirse. Irán evaluando, por una parte, las dificultades encontradas, los miedos no superados, los conflictos no apagados, y, por otra, los avances alcanzados, las novedades en marcha, los cambios realizados, las estructuras a sustituir, los sueños pendientes. Mientras tanto las Iglesias y la humanidad cuentan con nuestra colaboración decidida: ¿Qué vamos a aportar como creyentes y como ciudadanos? … porque una Iglesia diferente y una sociedad nueva son frutos de nuestros esfuerzos mancomunados de creyentes generosos y de conciudadanos fraternos.”