P. Milko René Torres Ordóñez
“Muchas personas piensan que la emergencia de salud que enfrentamos en estos días es el desafío más insidioso que podría haberle ocurrido a una sociedad compleja como la nuestra. ¿De dónde viene este sentimiento común? Las explicaciones que leemos en los periódicos giran en torno a un concepto clave: el de “fragilidad”. La conclusión es que la gran lección que nos enseñaría la epidemia de coronavirus es que somos criaturas más frágiles de lo que pensábamos.” (P. Costa).
A lo largo de los siglos, incluso, desde el momento de la creación, el hombre se creyó poderoso. Los relatos de la Biblia narran escenas en las que el ser humano desafió a Dios. A modo de ejemplo, cito el texto de la Torre de Babel. El imperialismo griego quiso dominar el mundo. En el libro de los Macabeos, Alejandro Magno, dejó una herencia colonialista que suscitó la ambición de su soldadesca que profanó el Templo, el núcleo sagrado de la fe israelita. Los Macabeos defendieron sus tradiciones, su culto, su ley, con el precio del martirio. El dominio romano pretendió acabar con el legado de Jesús. El superhombre, en la filosofía de Nietzche, es el sentido de la tierra: “Diga vuestra voluntad: ¡Sea el superhombre el sentido de la tierra! ¡Yo os conjuro, hermanos míos, permaneced fieles a la tierra y no creáis a quienes os hablan de esperanzas sobreterrenales!”, (Así habló Zaratustra). Sin embargo, no podemos eludir una gran verdad: somos contingentes. “La vida moral de los seres humanos, es frágil, porque pueden surgir situaciones que nos confrontan con opciones sobre cuyas consecuencias tenemos muy poco control. De hecho, desde hace algunas semanas nos hemos visto obligados a tomar decisiones cuyos efectos no solo no podemos medir, sino que ni siquiera estamos seguros de su calidad moral”, argumenta P. Costa. La estatura moral de personajes e instituciones del Ecuador ha perdido su dimensión. ¿En quién confiar? “Aquellos que aún tienen dudas al respecto pueden detenerse por un momento para reflexionar sobre las virtudes que serían indispensables hoy y las cualidades que son más apreciadas. Las personas pueden cambiar; no están condenadas a seguir siendo lo que son debido a una supuesta ley científica. La ciencia puede ayudar a superar esta crisis solo en un cincuenta por ciento. La otra mitad depende de nuestra capacidad para atesorar esa sabiduría que nos ha enseñado durante milenios lo que los seres humanos tienen dentro de ellos. Cualquiera de nosotros ha demostrado mucha capacidad de reacción en momentos como los de ahora. Podemos cambiar y elevarnos rápidamente a lo mejor de nosotros. Nada será como antes después de esta emergencia de salud. Incluso, puesto que muchas cosas sucedieron y nos desubicaron, entendemos, ahora, que somos capaces de actuar de otra manera frente a la tormenta que está pasando.
Gracias a la fragilidad somos fuertes.