José Benigno Carrión M.
Para nadie es desconocido que vivimos tiempos difíciles, problemáticos, para los cuales no estábamos preparados para afrontarlos. Por una parte, la sorpresa del COVID-19, terrible pandemia que al mundo tiene desconcertado; y, por otra, la corrupción, la deshonestidad, en el manejo de los fondos públicos que vive el país y que comienza a taparse las narices para no percibir nauseabundos olores que inundan el ambiente.
Tenemos la impresión que la justicia comienza a aplicar las normas legales que se guardaban celosamente en ventrudos códigos; y, que como si esto fuera poco, afrontamos tiempo de elecciones, con una variedad insólita de candidatos. La bullanga, las agresiones, de unos a otros, no se dejará esperar. En verdad, se nos entrega un país quebrado, soportando una real crisis económica, por los errores y desaciertos cometidos, por gobernantes, de ayer y hoy, en la conducción incierta de la nave del estado. Es decir, se entrega una nación que tiene extraordinaria similitud con un hierro retorcido y oxidado. Vivimos del préstamo internacional dejando a las nuevas generaciones endeudadas hasta la coronilla. Ojalá se pueda coser ese bolsillo roto en algunos años. Somos un país de contradicciones y absurdos. Los pillos y sinvergüenzas de levita viven del esfuerzo y sacrificio de los pobres. Esa la suerte y el destino de algunas generaciones. ¿Se pondrá freno, algún día al robo, al atraco, a la delincuencia-escondida entre bastidores? ¿El país seguirá siendo una hacienda grande, regentada por malandrines, pillos y bellacos de la peor ralea, que se creen o auto titulan redentores del pueblo… En realidad, se entrega un país endeudado hasta la médula, lleno de pústulas y otras costras malignas. Ese el trabajo del nuevo gobernante lograr redimir, salvar a nuestro pueblo, buscando se cumplan aquellas palabras bíblicas: Lázaro, levántate y anda…