¿Hacer lo que diga el corazón?

¿Cuántas veces ha tomado una decisión guiado por el corazón? ¿Los resultados de dicha decisión fueron los deseados?

En la literatura, el cine e incluso en la música, hay personajes que “siguen el dictado de su corazón”. Con ese ejemplo hay muchos que, como que si de una brújula se tratase, siguen sus palpitos en busqueda de la anhelada felicidad o tratando de acertar a la hora de elegir. La pregunta es ¿debemos hacer lo que dice el corazón?

El profeta Jeremías decía que engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso. Y es engañoso y perverso pues, como decía Jesucristo: del corazón del hombre, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Claramente nuestro corazón no está en condiciones para guiarnos, él debe ser guiado. Jesucristo nunca dijo sigue tu corazón, todo lo contrario, decía: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; Jesús es el camino, es la luz del mundo. El que lo sigue, nunca andará en tinieblas, pues tendrá la luz de la vida.

¿Cómo podemos cambiar nuestro corazón? La respuesta nos la dio el mismo Jesucristo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente, y con toda tu fuerza. Nadie puede servir a dos señores, pues o seguimos lo que nos dice la palabra de Dios, o seguimos a nuestro corazón. En cambio, cuando amamos a Dios sobre todas las cosas, nuestro corazón estará lleno de su presencia y nos guiará en la dirección correcta. En esas condiciones, como decía el apóstol Pablo, el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne, pues éstos se oponen el uno al otro, de manera que no podemos hacer lo que deseamos sino lo que es correcto ante los ojos de Dios. Cuando el Señor llega a nuestras vidas cambia nuestro corazón, cambian también nuestros deseos y prioridades, pone un espíritu recto dentro de nosotros y los malos hábitos quedan atrás; somos hechos nuevos.

Jesucristo decía: el que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él. La manifestación del Señor en nuestras vidas trae un gozo incomparable, una confianza en que todo es para bien y saber que Él está siempre en control nos permite descansar.

¿Debemos hacer lo que diga el corazón? Pues si el corazón es guiado por Cristo, indudablemente. Si no lo es, no hay motivo para arriesgarse.