Ideas preconcebidas

Hace varios años se realizó un interesante experimento: En medio de una concurrida estación de metro en Washington D.C., el afamado violinista Joshua Bell, informalmente vestido, empezó un concierto solista empleado su violín Stradivarius valorado en 3.5 millones de dólares. A pesar de que junto a él pasaron más de mil personas personas durante de los 43 minutos que duró su interpretación, tan solo 7 se detuvieron un momento a escucharlo, 27 dejaron su colaboración en el estuche del instrumento dispuesto en el piso y solo una mujer pudo reconocerlo. El mismo artista, tres días antes, había llenado completamente una prestigiosa sala de conciertos con capacidad para 2625 personas.

Los que se detuvieron a escuchar pudieron disfrutar de la belleza del repertorio, el alto nivel interpretativo y sobre todo pudieron experimentar las edificantes sensaciones que la música puede producir. Pero ¿por qué todo esto pasó desapercibido para la gran mayoría?

Quizá la respuesta esté en las ideas preconcebidas de las personas que estaban en la estación. Probablemente para la muchos aquel violinista era un músico ambulante más y no le dieron importancia, al final ¿qué tan probable es un concierto de ese nivel en tan atípico lugar?

Hablando de Jesucristo el apóstol Juan decía que “El que era la luz ya estaba en el mundo, pero el mundo no lo reconoció. Vino a lo que era suyo, pero los suyos no lo recibieron”. El pueblo judío por milenos había tenido una idea preconcebida del Mesías; según ellos, debía ser un guerrero que los liberaría del imperio opresor, esto fue muy distinto a lo que vieron en Jesús, alguien pacífico, que predicaba del arrepentimiento, el perdón y la misericordia. Estas ideas preconcebidas los cegaron y no reconocieron al Salvador del mundo.

En la actualidad sucede algo similar. Muchos tienen ideas preconcebidas que se ajustan a su estilo de vida y que justifican sus acciones. Algunos establecen peculiares sistemas de creencias, otros por su parte prefieren una vida alejada de lo espiritual. Al final esas ideas nublan la visión y les impiden apreciar la bendición que el Señor les ha preparado.

En cambio “a cuantos lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio el derecho de ser hijos de Dios” decía el apóstol Juan. Los que lo recibieron son llamados “bienaventurados pues sus ojos ven y sus oídos oyen” y pueden reconocer que” tenemos un Padre amoroso que nos vistió de carne y piel, nos tejió con huesos y tendones, que nos dio vida, nos favorece con su amor y sus cuidados nos infunden aliento”. No pasemos de largo, detengámonos a descubrir lo que Dios tiene para nuestras vidas. No perdamos una vida maravillosa junto al Señor.