Las últimas elecciones en el Perú nos ofrecen varios motivos de esperanza: desde lo humano, la valoración de un campesino y maestro de una zona rural y alejada de las grandes urbes; desde el ámbito político, la campaña (con sus luces y sombras), ha comenzado un proceso de reivindicación de la política que aspiramos se consolide durante la presidencia de Castillo; desde el punto de vista social, las mayorías indígenas y campesinas han conseguido que se escuche sus voces y propuestas; desde el punto de vista económico, se anhela el cumplimiento de las propuestas de desarrollo sustentable y sostenible; finalmente, desde el ámbito cultural, ha llegado la hora de que la cultura popular sea reconocida como uno de los componentes de la cultura nacional.
Para profundizar en el tema, les ofrecemos algunos fragmentos del artículo “Pedro Castillo y su histórica victoria” de Ángel Guerra:
“La llegada a la Presidencia de Perú de Pedro Castillo es una gran victoria política de las fuerzas de izquierda, populares y progresistas agrupadas en torno a su candidatura.
Inscrito como candidato el último día del plazo establecido, su campaña fue boca a boca, a lomo de su yegua o en camiones, de pueblo en pueblo, en mítines a veces envueltos por las nubes andinas. Fue tan cerca de la gente que se contagió de Covid-19, lo que le valió muchas simpatías.
Su victoria significa la esperanza de las grandes mayorías en Perú de sacudirse tres décadas de predominio ultraneoliberal iniciadas por el corrupto y autoritario fujimorismo.
Significa también el arribo a la Casa de Gobierno de Lima, del Perú profundo, originario y de los cholos, de la sierra, la Amazonia y las zonas urbanas marginales y empobrecidas de la costa, hombres y mujeres que no han sido escuchados por siglos y que han vivido una amarga pesadilla de creciente desigualdad, marginación e injusticia con la aplicación a sangre y fuego de las políticas del Consenso de Washington.
Gran parte de ese patrimonio fue rescatado para la nación durante la presidencia del general cholo Juan Velasco Alvarado (1968-75), que elevó la dignidad nacional al nacionalizar el petróleo, realizar una reforma agraria que partió el espinazo para siempre a la reaccionaria oligarquía tradicional, dio una orientación de independencia en política exterior al país y lo colocó en la vanguardia de nuestra América junto a la Cuba de Fidel Castro, el Chile de Salvador Allende y el Panamá de Omar Torrijos.
No escapa a ningún observador medianamente informado lo que podrían hacer juntos estos Gobiernos y el de Argentina. Entre otras acciones, pueden restaurar Unasur -destruida por la saña del traidor Moreno en complicidad con los otros Gobiernos de derecha de la zona-, fortalecer la Celac, tan acertadamente conducida por México en esta etapa, desarrollar proyectos económicos conjuntos, incluso con los Gobiernos de derecha que se dispongan.
Se verá forzado a negociar para sacar sus iniciativas, pero cuando eso no le baste, pues la derecha no dejará pasar, por ejemplo, su proyecto de convocar a una Asamblea Constituyente, contará con la posibilidad, como sugería Héctor Béjar, de llamar al pueblo a movilizarse, una valiosa tradición peruana.”