Comunicar, construir, servir

Dice san Ignacio de Loyola que el hombre ha sido creado para amar, seguir, servir, y en todo dar gloria a Dios. El Principio y Fundamento de este peregrino, así le gustó llamarse, lo convirtió en compañero de Jesús. Desde 1540 hasta la presente fecha su manera de discernir es una regla de oro en la vida espiritual de la Iglesia. La vocación, según él, es un llamado de Dios para quitar todo afecto desordenado. Es decir, encontrar a Dios en todas las cosas, vivir intensamente la contemplación para alcanzar amor. Fuente y culmen de la entrega total a quien nos amó primero. Desde esta perspectiva encauso mi pensamiento de hoy.

La vocación, como don divino, es trascendente. La Palabra de Dios, en el libro del Génesis, es muy clara al hablar de este tema. El plural mayestático que leemos en 1,26, “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza”, muestra un diálogo intratrinitario, una comunicación “ad intra y ad extra”, al interior de la familia divina, y una misión dirigida hacia el mundo, a la plenitud del hombre, el fin último del amor oblativo. Dios comunica y exige una respuesta a un llamado. El ser humano cumple con su vocación de crecer y multiplicarse, de llenar la tierra, de ganarse el pan con el sudor de su frente. Dios comunica, construye, sirve el mundo: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su hijo al mundo…” (Jn. 3, 16). Jesús nos enseña en el Evangelio esta sentencia profundamente salvífica: “No hay amor más grande que dar la vida por sus amigos…”(Jn. 15,13). Y, así, en esta línea sucesiva del espacio y el tiempo bíblico, el kairós, descubrimos nuestra razón de ser y estar en mundo. El primer libro que se imprimió es la Biblia, llamada de Gutenberg, en 1455, que se convirtió en el primer texto impreso en Europa con una imprenta de tipos metálicos móviles, según el criterio de los estudiosos. La imprenta, en todas sus formas, ha evolucionado mucho. Ha llenado el mundo de mensajes de todo tipo. Los diarios inundaron el mundo con variopinta información. Comunicar es un arte, una vocación que denota entrega y sacrificio. Detrás de un proceso de comunicación se encuentran personas, intereses e ideologías, siempre una sola verdad: ética, claridad y justicia. La transparencia por encima de todo. La genialidad de hombres valiosos, adelantados a su tiempo, genera frutos que perduran con el paso del tiempo. La identidad de un diario que nació el 1 de noviembre de 1979, en su edición vespertina, hoy matutina, como Diario Crónica, es un signo claro del devenir en el tiempo de un medio dispuesto a formar e informar. Me siento identificado con este medio impreso porque me abrió las puertas para expresar, a mi manera, mi pensamiento. Me permitió fortalecer una vocación muy sui generis de comunicar. Unidos, en un solo puño, marcamos una ruta en nuestra idiosincrasia lojana. Dios bendiga a sus gestores que, en su sueño, hoy, comunican, construyen, sirven, y a quienes siguen enarbolando la bandera del pensamiento pluralista.