Juan Luna Rengel
Hemos abierto las puertas a un nuevo año lectivo de expectativas por el retorno presencial en todos los niveles y subniveles educativos, contamos con una LOEI reformada y reconocida legalmente, aunque, sin un reglamento definido, MinEduc con propuestas en camino de un nuevo modelo que nace de la priorización de un currículo priorizado por competencias, ajustes en la malla curricular, entre otros aspectos que generan expectativa, en un contexto social de una pandemia que perdura, crisis económica, destrucción ambiental y una aguda crisis política, ética y de valores que desconcierta.
Sumemos y es motivo de reflexión profunda los cambios significativos y vertiginosos que enfrentamos con incertidumbre. Algunos señalan que no solo es un tiempo de cambios, sino un cambio de tiempos, pensemos, por ejemplo, en los cambios de clima imprevistos; otros manifiestan que lo que está ocurriendo es una auténtica mutación en la complejidad del ser humano.
En este contexto, vale recordar “El fin de las certidumbres” de Ilya Prigogine, Premio Nobel de Química 1977: “…vivimos en un mundo en donde pocas cosas parecen predecibles, donde cada día nos trae nuevas sacudidas políticas y económicas, donde incluso nos amenazan cambios radicales en el ambiente general porque la certidumbre se ha vuelto un valor poco frecuente”. Las certezas, por tanto, quedan superadas por lo incierto.
La incertidumbre nos encamina a encontrar en la apasionante y compleja tarea educativa de padres y docentes, de hogar y escuela el sendero de la reflexión crítica y creativa para profundizar en cuatro el currículo en cuatro competencias y habilidades de lenguaje, matemática, comunicación y digitales que lleven a la transformación del modelo educativo vigente y de la sociedad ávida de lucidez, sabiduría y de respuestas acertadas a la volatilidad del tiempo. Por ello, la escuela y el hogar constituyen un mismo espacio de enseñanza-aprendizaje, la escuela se mudó a la casa, el padre de familia es corresponsable y el docente es su guía.
Propongo en estas primeras jornadas de diagnóstico y nivelación de habilidades, competencias y del estado de situación socioemocional, reflexionar:
- Ya no son las instalaciones físicas de las instituciones el único espacio para generar aprendizaje, sino que hay nuevos espacios como la casa, la calle, las redes sociales, el entorno social y ambiental, lo que obliga a un cambio de paradigma, que nos abre mentalmente a aceptar que la educación acontece en cualquier lugar.
- El cuidado por la vida y la familia mejoraron los hábitos de higiene, protección, prevención y nuestra actitud solidaria, responsable y de respeto por el otro para evitar el contagio, el desafío es mantener estos hábitos y valores.
- Aprovechar para la enseñanza, el acompañamiento, la investigación y el desarrollo de la inteligencia el buen uso de las nuevas tecnologías de información y comunicación.
- El nuevo modelo educativo que debe ser impulsado a la brevedad posible debe innovar permanentemente sus contenidos curriculares para potenciar un cambio estructural, en base a los principios de cooperación, colaboración, solidaridad, que forme estudiantes críticos que construyan una ciudadanía activa y participativa en un entorno democrático.
La oportunidad es magnífica para repensar, reinventar e invertir en una innovadora propuesta educativa con la participación de estudiantes, docentes, padres, madres y autoridades enmarcados en la flexibilidad, autonomía responsable y contextualización, así, generaremos una nueva sociedad más humana, equitativa, justa y solidaria. Aceptemos el desafío y pongámonos en camino.