Quilanga, 17 de febrero 2022
Nuestro país inicia un largo asueto con motivo de las fiestas del Carnaval 2023. Todos se preparan individualmente, en la familia, en sus grupos de amigos para celebrar con agua, por dentro y por fuera, este feriado carnavalero lleno de derroche, de desenfreno, de comilonas para unos, mientras que para otros será de trabajo, dolor, desesperanza, separación y muerte.
En esta mezquina sociedad que nos corresponde vivir, las fiestas son la expresión más grande de desigualdad social, de exclusión, de destrucción social y ética a la que nos ha conducido la codicia del “don” dinero impulsado desde una estrategia publicitaria y comercial que, con pretexto de la reactivación económica y del turismo, cada vez termina favoreciendo más a unos pocos, en desmedro de las grandes mayorías que se contentan con las migajas de los visitantes; la misma naturaleza queda herida de muerte por tanto desperdicio y toneladas de basura anegadas a las orillas de los mares y ríos, hasta que algún obrero municipal vaya por su limpieza.
Soy de las personas a las que ayer y hoy me gusta celebrar el carnaval por su alegría, por su colorido, por la alegría del encuentro y porque siempre he pensado que es una de las fiestas que menos devela diferencias sociales, políticas o económicas y, además, porque es una fiesta tan tradicional que, en países, ciudades y pueblos revelan expresiones culturales y artísticas de relumbre.
En este 2023 y solo analizando los hechos últimos de la presente semana, desde mi interioridad no encuentro muchas razones para celebrar, las expongo:
1) Nuestra frágil democracia corre el riesgo de quebrantarse por las ambiciones politiqueras de bandos y movimientos políticos que disputan el turno de la administración pública y más aún por la cadena de mentiras e incumplimiento, no tanto en su plan de obras, sino en la lucha por erradicar el mayor cáncer nacional —la corrupción— en los más altos niveles de los poderes constituidos y fácticos.
2) La emigración de nuestras compatriotas es más intensa en los últimos meses y días, así, cada vez son más los compatriotas desaparecidos, muertos y retornados dejando desintegrada la familia, deudas impagables a los desalmados coyoteros y chulqueros que nuestra justicia los ve desde lejos, se siente impotente y se llena de temor para no buscarlos y sancionarlos con el peso de la ley. Basta ver el furgón accidentado en Panamá en el que viajaban 22 ecuatorianos entre niños, adolescentes, mujeres y hombres.
3) En la semana del auge de carnaval una joven estudiante pierde su vista, no por la maldad, sino por la imprudencia, al no medir los límites y tener la conciencia de hacer bien las cosas. No juzgo ni condeno a los estudiantes, hoy, me he preguntado por el sentido mismo del carnaval al ver esta tragedia de los jóvenes estudiantes. Bien por las autoridades educativas que suspendieron con rigor todo festejo y las instituciones que incumplieron, deben ser sancionadas, porque la ley es para todos
Este es el momento para que todos, absolutamente para todos, repensemos como sociedad, como familia, como individuos y emprender juntos una transformación en el modelo de nuestras vidas. Ya no es el momento de que hagan por nosotros, es el momento de hacer todos por todos y empezar una nueva ruta de vida, desde el espacio en que nos desenvolvemos.
FELIZ CARNAVAL