Vivir para dios

P. Milko René Torres Ordóñez

Hace varios siglos, una gran mujer escribió su testamento espiritual con estas palabras: “Vivo sin vivir en mí, y tan alta vida espero, que muero porque no muero. Vivo ya fuera de mí, después que muero de amor; porque vivo en el Señor, que me quiso para sí: cuando el corazón le di puso en él este letrero, que muero porque no muero”. Santa Teresa de Jesús sentía su corazón traspasado por el amor del amado, Jesús. Esta referencia mística y poética describe el espacio vital que cualquier persona de fe debe recorrer.

Hemos de celebrar y honrar al Dios verdadero por quien existimos, nos movemos y vivimos. Es nuestro Dios de cada día. Él nos creó por amor porque nos entregó lo que más amaba que es su Hijo. El amor y la vida son un misterio. La Trinidad, su misión y naturaleza, nos desinstala, viene para hacer su vida con la nuestra. Hoy, más que nunca, debemos hablar de Dios. En el contenido de la expresión “Dios de misericordia” está la esencia de la vida divina. Dios se acerca a los hombres de buena voluntad para dialogar sobre su vida y sus proyectos de amor en bien de la humanidad. Su cercanía es eterna: acompaña y nos conduce a una vida nueva.  El misterio Trinitario se descubre en un amor sin límites. En el interior de nuestra morada habita Dios, y nosotros en Él. La encarnación del Hijo se da por amor. Con la celebración del amor trinitario reconocemos lo que somos, las incongruencias que frenan nuestro auténtico querer y sentir. La clave para entender lo que queremos está en la búsqueda del tesoro más grande que contiene la fe, la esperanza y la caridad. Es necesario volver, aunque resulte paradójica esta frase, para sanar tantas heridas. En el seno de cada persona deben existir retos y oportunidades encaminadas a hacer el bien. El mandamiento del amor universal se tiene que aplicar desde la vivencia más íntima. En la realidad que vivimos, el concepto de fraternidad debería replantearse. El Papa Francisco ahonda con mucha intensidad en la ausencia del amor oblativo. San Juan, en el Apocalipsis, recuerda la necesidad de volver al amor del principio. La perfecta comunión radica en vivir junto al otro. “No somos islas, estamos en el mundo para vivir realmente” nuestra razón de ser imagen y semejanza. Más allá de pretender vivir sin Dios, hemos de preocuparnos por encontrar sentido a lo que hacemos ahora. En el comienzo del Evangelio según san Juan encontramos escrito el camino más seguro para llegar a la meta más alta: la fe, y el testimonio. La solemnidad de la Santísima Trinidad tiene mucho que aportar para vivir en la auténtica libertad de los hijos de Dios. Esta fiesta, dice el Papa, ha llegado a ser la revolución en nuestro modo de vivir. Sostiene el Papa Francisco que todo va cambiando. Dios, en quien cada persona, vive para la otra, no para sí misma, nos estimula a vivir con los demás y para los demás. Hoy, manifestó Francisco, que estamos en la obligación de preguntarnos si nuestra vida refleja realmente al Dios en el que creemos.