P. MILKO RENÉ TORRES ORDÓÑEZ
La solemnidad de Corpus Christi, instituida en el año 1264 por el Papa Urbano, constituye la expresión teológica más profunda de la Eucaristía. Nos encontramos frente a un sacramento de amor que nació en la noche del Jueves Santo. El mandamiento de la fraternidad representa un reto para la unidad, hoy más que nunca. Crecemos, edificamos, vivimos apoyados en el culmen de nuestra vida cristiana.
El sacramento de nuestra fe se actualiza todo el tiempo, fortalece el compromiso y el vínculo con su comunidad, la Iglesia entera. El símbolo del alimento sagrado que reverdeció el desierto, el maná, llega de la mano de Dios que lleva al pueblo hacia una tierra que mana leche y miel. Este pan es vida para todos. En medio de las dificultades que vive el pueblo de Israel la compañía de Dioses constante, una manifestación de fidelidad. En el libro del Deuteronomio el maná es el alimento que el pueblo desconocía. Yahveh, Dios, entrega un alimento para ser consumido en el desierto. La pedagogía de Dios se enfoca en confiar abiertamente en su providencia. Un legado que complementa la fe con la confianza. La relectura, elemento específico del Deuteronomio, es una memoria escrita para un pueblo nuevo. Yahveh es único e irrepetible en su misericordia. Exige un constante memorial de su nombre. El Dios de la Historia es un Dios que acompaña porque ama. En el contexto del Nuevo Testamento la tradición oral se transforma en tradición escrita. Las palabras de Jesús sobre un pan y una copa de vino son presencia y entrega, una perfecta acción pascual. De hecho, San Pablo, actualiza a su manera la riqueza de la tradición recibida. La fracción del pan es bendición, participación absoluta en el ser de Cristo. El Apóstol comparte su espiritualidad eucarística en busca de la verdadera unidad. Recuerda a la comunidad de Corinto la importancia de una vida comunitaria que no admite fraccionamientos. La enseñanza de Pablo es muy clara: la Eucaristía es signo de hermandad. El amor a Jesús Eucaristía requiere de todo un compromiso indisoluble. Por su parte, el Discípulo amado, rompe las leyes de la Antropología cuando habla de la carne y de la sangre como claves para una singular inmersión en la resurrección y en la vida. Es la Eucaristía la que alcanza el sentido objetivo de un sacramento. Es Cristo quien se entregó por nosotros. La Eucaristía, según santo Tomás de Aquino, es “prenda de la gloria futura”. El alimento de la resurrección. Todo cuanto deja Jesús es de una trascendencia irrenunciable. El sacramento de la Eucaristía une en una relación intrínseca al creyente con la Palabra que se hizo Carne y que habitó entre nosotros. El Papa Benedicto XVI recuerda la razón fundamental de la fe de cada creyente. Dice que “caminamos por los senderos del mundo sin espejismos, sin utopías ideológicas, llevando dentro de nosotros el Cuerpo del Señor, como la Virgen María en el misterio de la Visitación. Con la humildad de sabernos simples granos de trigo, tenemos la firme certeza de que el amor de Dios, encarnado en Cristo, es más fuerte que el mal, que la violencia y que la muerte”.