Diego Lara León
El conocimiento es fundamental para caminar hacia el éxito en las organizaciones, en el emprendimiento y en la sociedad. Pero no solo el conocimiento científico, sino el conocimiento del entorno, de proveedores, de colaboradores, por supuesto de clientes y del mercado.
Un buen empresario logra percibir y analizar el clima laboral solo con caminar por la empresa y al conversar con sus colaboradores. Un buen chef sabe que el plato está perfecto solo con el olor. Un agricultor logra predecir el clima, solo con oler el suelo, ver las nubes, sentir el viento. Quien no conoce su actividad no puede ser bueno en su trabajo.
En el mundo de la asesoría empresarial, nos encontramos siempre con una respuesta recurrente de quienes llegan a buscar apoyo. “¡Necesito que nos ayuden a mejorar mi emprendimiento!” y cuando se les pregunta, ¿en qué áreas o temas?, responden “en lo que puedan ayudarnos”.
¿Cómo ayudar en algo que no conocemos?, sería irresponsable entrar a asesorar de forma inmediata. Es más o menos como aquella persona que se autoaplica una receta que fue emitida por un profesional de la medicina para otro ser humano, o porque alguien escuchó que un medicamento le hizo bien a un conocido.
Recuerdo aquel caso de una Junta Parroquial de uno de los cantones amazónicos más alejados de nuestro país. Sus autoridades quisieron socializar con su población la construcción de una obra necesaria para mejorar la calidad de vida de todos los vecinos. Había dos alternativas, pero recursos solo para una. Decidieron someter a votación (¿existe mejor manera de democratizar las decisiones?); se debía decidir entre el sistema de alcantarillado para el pueblo o la construcción de un estadio. ¿Cuál alternativa creen que ganó?, ¿se debe acusar al pueblo de la decisión?, ¿el gobernante tuvo la culpa?, ¿la mejor decisión es siempre la más popular?, pues son muchas preguntas, pero las respuestas, aunque parezca, no son tan obvias.
¿De quién es la culpa?, del que pide sin saber lo que pide, o la culpa es de quien ofrece y “ayuda” sin saber las necesidades, el entorno y el efecto de su decisión. Creo que ambas hacen daño.
Debemos pasar de la culpa y de la queja, y para hacerlo hay que leer, prepararse, ser curioso y ponerse en el lugar del otro. No debemos satanizar la ignorancia, todos ignoramos algo, lo imperdonable es aprovecharse de la ignorancia de otros para obtener beneficios grupales o individuales. Reflexión útil en época de elecciones.
@dflara