La lectura construye puentes y sentidos

Luis Antonio Quizhpe

Cuando nos empeñamos en leerles textos a los niños, no lo hacemos para que se conviertan en buenos lectores, sino porque sabemos que esas lecturas les permiten ubicar algo fundamental para ellos: el descubrimiento de que los libros son cosas que tienen un sentido o muchos sentidos y que cada vez el sujeto debe poner de su parte para llegar a construir el sentido en su espíritu.

Y cuando hablamos de que la lectura implica construir puentes y sentidos, hay que entenderlo como que esta actividad nos conlleva a un sensible conocimiento de algo, a una toma de conciencia, al discernimiento, al entendimiento, la noción y percepción del contenido de un texto. Es decir, arribamos a descifrar el fondo, gracias a las capacidades intelectuales de los niños como son la inteligencia, la sagacidad, la lógica y la razón.

El momento que los adultos leemos algo a  los niños, éstos comprenden muy rápido lo que decimos, sin duda, debido al movimiento de la boca y el sonido que la lectura produce. Esto tiene sentido porque ellos interpretan inmediatamente; más aún, uno se da cuenta que los niños aplican la función interpretativa, cuando son sensibles a nuestra voz e incluso a nuestros movimientos corporales. Entonces, si ellos son susceptibles a nuestra voz, a nuestro rostro y a nuestro cuerpo, significa que nos están leyendo permanentemente.

Claro que es bueno leerles a los niños siempre, en un ambiente de paz y sosiego, no para saber si comprenden lo leído, sino para saber si han comprendido alguna cosa y que una especie de movimiento síquico tuvo lugar; porque cada niño construye cosas diferentes en su cerebro, que no son las mismas que los adultos, como la lectura del mundo, por ejemplo, que el niño no analiza de la misma forma como lo hacen los adultos.

Por ello hay que respetar el pequeño sentido que el infante elabora como producto de su lectura, porque ello le permitirá construirse como sujeto y aunque  mediana sea su elaboración, será su fuente de pensamiento y actividad lingüística. Si no respetamos esa mediana actividad síquica, si no la alimentamos, estaríamos llevándolo al niño al plano de las órdenes y las amenazas, es decir, estaríamos sometiéndole a los deseos del otro, privándole de construirse como sujeto pensante y libre.

De ahí que el rol del adulto siempre será permitir que esa actividad propia de pensamiento pueda emerger en el espíritu del niño, acompañarlo y devolverle resonancias permanentemente, de manera que se aferre a su propia actividad síquica y comience a amar la lectura de su mundo síquico. Solo así la lectura de textos en voz alta, servirá para construir nexos y sentidos, en la mente de los niños.