Hay mucha diferencia
Ruy Fernando Hidalgo Montaño
Si los humanos aprendiéramos un poquito nada más de lo que nos enseñó Jesús con su triunfante resurrección, seguramente seríamos muy distintos de lo que ahora somos. Si él, que estuvo predestinado a salvar con su divina sangre a todos los habitantes de este planeta, vino al mundo en condiciones de absoluta sencillez fue porque quiso enseñarnos ante todo a ser humildes en todos los actos de nuestras vidas porque es un valor que deberíamos cultivar a cada paso. El Maestro comenzó su vida pública a los 30 años y le bastaron tres años para enseñarnos que el perdón es la mejor salida ante una ofensa. Que el amor es la fuente de todo bien, que no juzgues a los demás para no ser juzgados. Que tires la primera piedra si te sientes sin pecado, que ames a tu prójimo como a ti mismo, que nunca llevado por la vanidad ocupes los lugares preferentes sin indicación previa, porque puede llegar alguien más importante que tú, y te puede desplazar a un segundo o tercer nivel, y te sentirías abochornado. Lecciones aparentemente simples, pero de gran valía y vigencia tanto así, que perduran en el tiempo y en el espacio.
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