Corrupción de cuerpo entero

Miguel Andrade Orellana

COVID-19 tiene asustado a todo el planeta por las enfermedades y la muerte provocada. Pero en nuestro país, a más del temor a la pandemia (COVID-19), los trabajadores y el pueblo se mantienen alerta y con los puños en alto, combatiendo contra la epidemia, la corrupción y la crisis económica que soportamos, porque el gobierno, por mandato del FMI, ha tomado medidas para que el peso de la crisis recaiga sobre los hombros de los más pobres.

La corrupción en Ecuador se ha presentado de cuerpo entero. Son protagonistas desde los presidentes de la república hasta los que compran escobas en los municipios, estos elementos que nada aportan a la sociedad, sacan de ella todo lo posible y aún lo imposible, los más audaces alcanzan arresto domiciliario y hasta la impunidad. Como consecuencia de esta podredumbre que soportamos, al pueblo ecuatoriano se le niegan la atención a sus necesidades básicas.

La vergüenza no es para los grupos de mafiosos y criminales, porque ellos no la conocen, la vergüenza es para el país, porque la corrupción tiene enhiesta su bandera en el Palacio de Gobierno, la Asamblea Nacional, prefecturas, gobernaciones, municipios, hospitales, etc. A la mayoría de altos funcionarios, no les importa el dolor ni el hambre de los millones de marginados que carecen de alimentos y hasta de agua; ellos siguen metiendo sus garras mediante los clásicos contratos, la compra de insumos para las pruebas de diagnóstico del COVID-19, fundas para cadáveres, mascarillas, y más negocios sucios.

La lacra de la corrupción no cesa porque las “autoridades” en la Asamblea Nacional y demás organismos del Estado no hacen nada; y, a los incautos asambleístas de Loja y el país, no les importa el presente ni el futuro del Ecuador. Ellos no saben que, en la Antigua Roma, para evitar la corrupción se rendía una fianza, y cuando finalizaba sus funciones se hacían las cuentas, y si se había enriquecido el funcionario público tenía que devolver todo; en caso de corrupción habían dos penas muy severas: el exilio y el suicidio. (“La Corrupción en el Mundo Romano” de Sabino Perea Yébenes, profesor de la Universidad de Murcia). En Ecuador en cambio, son privilegiados, gozan de: admiración, protección, aplausos y hasta declarados inocentes.