Diego Lara León
El español es un idioma muy rico, es el cuarto idioma mas hablado del mundo, somos 543 millones de seres humanos que lo hablamos. Suele pasar en éste como en otros idiomas existen palabras que se usan mal y sus significados se distorsionan y se confunden. Es un gran problema cuando se asume como cierto un concepto errado, se lo replica y se lo hace parte de una “verdad” que se construye falsamente. Y si esa falsa verdad cae en tierra fértil (personas que no leen o que les cuesta desaprender), se puede transmitir a la velocidad de un virus.
Por ejemplo: Humildad, es una palabra muchas veces mas utilizada, para hacer relación a una persona que vive en pobreza. En vez de decir “esta persona es pobre” se suele decir “esta persona es humilde”. “La humildad es un valor contrario a la soberbia, que posee el ser humano en reconocer sus habilidades, cualidades y capacidades, y aprovecharlas para obrar en bien de los demás, sin decirlo”. En otras palabras, cuando alguien dice que una persona es humilde, lo está alagando.
Otro ejemplo: Al hablar de empresa, también hay enormes distorsiones. Una vez en un foro académico yo explicaba sobre un proyecto social y me referí a éste como “esta empresa”, alguien muy indignado me dijo que, si es un proyecto social, no puede ser una empresa. Me disculpé por haber emitido ese comentario sin antes aclarar el verdadero concepto de empresa, bueno yo asumí equivocadamente que aquel indignado profesional sabía lo que es una empresa. Según el diccionario, empresa es: “una organización de personas y recursos que buscan la consecución de uno o varios objetivos que generen beneficio y desarrollo”. Por lo tanto, desde el grupo de amigos que juegan fútbol los lunes, pasando por el hospital público y llegando a la gran industria, todos son empresas, porque cumplen con el principal requisito de ser un grupo de personas que persiguen un objetivo en común que genere beneficio a ellos y a los demás.
Ya que estamos hablando de empresa, hablemos de otro término que se lo mal interpreta y que está ligado a la empresa, hablemos del lucro. Cuando se dice lucro, mucha gente piensa enseguida en un personaje perverso que trata siempre de sacar dinero de cualquier actividad para su beneficio personal. Otro grave error. Vamos nuevamente al diccionario para entender lo que es el lucro: “lucro es la ganancia o beneficio (no necesariamente financiero), que se obtiene al realizar una actividad”.
Superávit, beneficio, ganancia o excedente son sinónimos de lucro. Toda actividad donde está involucrada la utilización de recursos humanos, técnicos y financieros debe generar un beneficio que puede ser: beneficio social, beneficio ambiental, beneficio en la salud, beneficio en la educación y/o beneficio financiero. Si cualquier actividad que el ser humano haga no genera beneficio de algún tipo, estamos hablando de ineficiencia, de desperdicio.
Por eso cuando se habla de una empresa sin fin de lucro, algunas personas piensan que eso significa que aquella organización (pública o privada), no debe generar beneficios, creen que “sin fin de lucro”, significa ‘con ánimo de pérdida”.
La única diferencia entre una empresa con fin de lucro y una empresa sin fin de lucro es que en la primera los excedentes se reparten al final del ejercicio económico entre sus socios o accionistas; mientras que, en una empresa sin fin de lucro, los excedentes no se reparten a nadie, se reinvierten en la misma empresa. Pero ambas: las con fin de lucro y las sin fin de lucro deben generar beneficios (repito no siempre financieros), caso contrario no deberían existir o debería repensarse su administración y operación.
La mejor vacuna para borrar de nuestra mente los conceptos equivocados es la lectura. Así como no nos gustaría repartir un virus entre nuestros semejantes, tampoco seamos responsables de repartir conceptos equivocados.