Sandra Beatriz Ludeña
Vivimos en un mundo donde pasamos, rápido página, días en que nadie piensa en lo trágico y triste de una historia, buscamos soluciones instantáneas y lo pasado queda irresuelto.
Pero, la literatura tiene mucho que contar, para recordar lo que hemos vivido y no solo para eso, sino para vivenciar una historia que otros desconocían y, a través de ese ejercicio, ahorrarnos repetir episodios dolorosamente caros.
En los últimos tiempos en Ecuador, la violencia que ha estallado en las cárceles debería ser contada, si no es con sentido artístico, por lo menos con sentido testimonial y lo planteo así.
El novelismo ecuatoriano ha participado de los proyectos de construcción nacional, intelectuales del siglo XIX y XX proponen ideales de nación con la representación de mujer, y a partir de ella, la sociedad. En Ecuador los novelistas de estos siglos asumen, junto con el discurso estatal la tarea de construir república.
Solo por decir, entre los años 1863 y 1904 el interés del intelectual nacional por el destino de la mujer en sus narraciones, polariza esta figura entre la pureza del cuerpo y espíritu (Cumandá, y Naya o La Chapetona); y la perdición total (La emancipada, Carlota, A la costa). Lo que me permite afirmar que la mujer y la familia son metáforas de la nación.
En momentos de crisis y fragmentación social, narrar significa también como lo sostiene Jossiana Arroyo, “construir un imaginario homogéneo de la diversidad con nuevos sujetos” (2003:5).
Como vemos, para los escritores además de su preocupación por lo político y social, está la integración en el discurso novelístico de figuras como: la mujer, el indígena y el mestizo, entre otros.
Lo evidencio al analizar las obras referidas, con conflictos sociales generados por la mujer que no acata el circuito doméstico establecido, como en el caso de “La emancipada”. A la vez, esta visión impulsa la creación de personajes que se ajustan al modelo ejemplar, donde se inscribe los ideales de sociedad, como la novela de Juan León Mera: “Cumandá”.
Entonces, si la familia y sus relaciones son la alegoría de la nación que se intenta proyectar, núcleo social básico, con un sentido homogeneizador, el intelectual en su discurso destina por figura metonímica (relación de causalidad), y a veces metafórica con la nación, el curso de los días venideros.
Como vemos, estas narraciones son útiles desde otras latitudes, pues, echan luz sobre momentos difíciles, incomprensibles para la mayoría de la gente, y que, a través de una novela, son digeribles, para aspirar a una mejor sociedad.
En este sentido, creo imperante atizar, para que se encienda la producción literaria, pues, nos hemos quedado estáticos, y la realidad supera la imaginación.