Luis Pineda
En diciembre, conmemoramos el DÍA UNIVERSAL DE LOS DERECHOS HUMANOS, cuyo artículo 1, expresa textualmente: Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.
Sin embargo, cuando investigamos nuestra realidad nos encontramos que esa hermosa declaración no se cumple en lo mínimo. La pregunta es ¿quiénes son responsables de esta cruel realidad?
Veamos algunas esclavitudes modernas:
Millones de personas que viven encerrados en locales para elaborar “productos de marca”, que se los vende en cifras millonarias.
Los miles de mujeres esclavas en la “trata de blancas” y miles de niños reclutados para los conflictos armados.
El padre Pedro Pierre, afirma: En Ecuador serían unas 400,000, los esclavos!: los unos en haciendas, bananeras en particular, y las otras en las calles de nuestras ciudades.
Otros miles de hombres y mujeres, viven la esclavitud de las empresas que no pagan el sueldo básico, ni aportan al seguro social y peor respetan las 40 horas de trabajo semanales.
Nuevamente el aporte el padre Pedro Pierre: Otra situación escandalosa de esclavitud es la de los niños y jóvenes que trabajan en minas de coban y litio para la fabricación de las pantallas de nuestros millones de celulares.
Ya que estamos hablando de esclavitudes, no nos olvidemos de niños, jóvenes, adultos, hombres y mujeres que migran los diferentes países del mundo, debido a problemas de violencia, explotación y exclusión de los gobiernos y saqueo de las empresas multinacionales.
¿Quiénes son los responsables de estas y otras esclavitudes modernas?
En primer lugar, el Estado y los gobiernos de turno de los diferentes países. Luego, las leyes que como siempre “son para los de poncho. Finalmente, todos por nuestra indiferencia nos convertimos en cómplices de estas injusticias.
El papa Francisco fue muy duro con sus palabras durante su recién viaje a Chipre, esta isla del mar Mediterráneo que recibe decenas de miles de migrantes que intentan llegar a Europa. Se hizo “la voz que clama en el frío cementerio sin lápidas del Mediterráneo … En su encuentro con estos migrantes nos provoca con su juicio: “Mirándolos a ustedes veo los sufrimientos del camino, los que han sido vendido, explotados, que se han quedado en el camino… Es la historia de una esclavitud universal… Se encuentran delante otro odio que se llama alambre de púas… El interés siempre esclaviza… Y lo peor es que nos estamos acostumbrando a eso …”. Desde Atenas, en Grecia, el Papa lamenta “el retroceso de la democracia y los riesgos del autoritarismo y los populismos… Los desiertos del mundo hoy están sedientos de esperanza”.