La infidelidad, es deslealtad, insignia del engaño  

Por: Lcdo. Augusto Costa Zabaleta 

Es latente qué en el mundo en que vivimos la fidelidad y el amor están severamente descontinuados; el engaño se ha convertido en una insignia de los tiempos, es una vana demostración de orgullo y a la vez de falacia; en varios motivos la deslealtad se ha convertido en vanagloria, lo que antes llenaba de vergüenzas; hombres que se creen más varones por su falta de hombría, mujeres que se ven complejas e interesantes solo por ser más elementales y fáciles. 

Las personas infieles son unas miedosas, necesitan y requieren de un escape para levantar su pobre y fracasado autoestima; mentir sobre lo que piensas y haces, con quién hablas o dónde estabas, es el inicio de la infidelidad; esta infidelidad se incendia con el disimulo y los actos furtivos, con la palabra callada y la mirada esquiva, donde la verdad está ausente, solo hay que esperar que el tiempo sea el juez. 

La infidelidad es el miedo a enfrentar una realidad dolorosa, al no tener que decir que el amor ya no existe; el problema de este miedo es que lleva un remolino de dolor que va arrastrando a los seres que más amamos o también odias, y también lo harán con quién te acompaña en el engaño; la infidelidad es además cobardía, qué es la más condenable acción y reacción que podemos tener ante el miedo, te desprecia tanto que tú valor no da para pagar el precio de mirar de frente a los ojos ni de soltar la moneda de la sinceridad. 

Como siempre tenemos excusas para nuestras culpas justificamos con resolver nuestros problemas prioritarios, que solo será “una vez”, qué de “allí no pasará”; buena parte de los infieles se defienden diciendo que no son comprendidos, que no son satisfechos sexualmente, lo que además de ser excusas baratas, resulta una bajeza, por qué achaca sus responsabilidades a la persona a la que hieren, desaguan al otro en el sumidero de sus incompetencias.

La infidelidad arrastra a las personas que están a nuestro alrededor, sin comprenderlo depositamos nuestras miserias en sus mares tranquilos y llevamos con nosotros la tormenta; engañar es una acción contagiosa, crea detrás de nosotros una legión de encubridores, protectores y cómplices; hay quienes parte de la vida y a nosotros se nos parte la vida por el engaño y el despertar de la sensatez remueve dolores a la redonda. 

Si deseo transformar una situación, la pongo en las manos del amor y de la veracidad y veo cómo se transfigura aquello que no tenía valor en algo hermosamente preciado; en manos del hacedor universal, el dolor se convierte en gloria, el sufrimiento en blasón y la pena en orgullo; qué creativa es la gente cuando se trata de mentir, cuando la ruta más certera está en la verdad, en la sinceridad y en el verdadero amor.

Lcdo. Augusto Costa Zabaleta 

Ced. #: 1100310455