Con el resplandor de la palabra

Por: Sandra Beatriz Ludeña

Esto que pretendo, al iniciar este nuevo artículo es algo que ustedes podrán sentirlo, unos al iniciar la lectura, otros al terminar de leer.  El resplandor de la palabra es una sensación única y diferente, imposible de describir.  

Lo reconocernos en un verso, en una frase, en una sílaba; es acaso algo intrascendente, pero, a la vez, el acto más importante para quién haya madurado el encuentro.  La palabra que se pone de pie, esbelta, serena, asomándose a la puerta de lo posible, y aunque hay otras puertas que se cierran, en su papel de protagonista, donde vivían mis sueños, está bien claro los motivos por los cuales, hacer periodismo de opinión es importante.  

Llevo algo así como dos décadas haciendo esto de opinar, comentar, analizar, al principio era solamente una puerta cerrada, como otras que la vida no puso en mi ruta, luego, era una puerta entre abierta, y hoy, después de mucho perseverar, me abriga el resplandor de la palabra.

Recientemente, he celebrado uno más, de esos bendecidos aniversarios de vida, coincidentemente, como un regalo trascendente, tengo un nuevo oficio, de escribidora, y como todo lo que hago, lo tomo muy en serio.  A mis cincuenta y pico de años, no soy una eminencia académica, tengo un doctorado de tercer nivel, y no dos o tres de cuarto nivel como me gustaría, no soy coleccionista de investigaciones científicas, o sociales, ni tan poco, llegué a ser historiadora, ni tan humanista como fue mi gusto, sin embargo, llegué a ser aprendiz de escritora.  

Nací con esa ilusión, en San Sebastián de Loja, no estudié Literatura, porque mi madre no lo permitió, así como no permitió que deshoje margaritas.  Pero, estuve inclinada hacia las letras, incluso, antes de aprender a leer y escribir ya recortaba columnas de periódico.  ¿Quién diría que este oficio de escribir me gusté tanto?, y aunque, las opiniones periodísticas se toman como un foco de agitación social, y no como lo que son, motivo para reflexionar, aprender, debatir y cada uno llevarse lo suyo. En medio de tal confusión, abrigarse en el resplandor de la palabra es bueno, y algo indescriptible.

Es una misión, por innumerables ocasiones con la concurrencia de circunstancias, he sido testigo de la vida, y sin poder eludir esa responsabilidad, he opinado para someter esa realidad, a análisis de la opinión pública.

Por esta misión de comunicar pensamiento, he pagado precios inimaginables, pero, muchas de mis opiniones, han surtido efecto, porque hicieron pensar y luego, decidir y transformar la realidad. Por todo esto, afirmo que, por un solo dedo del poder que se mueva a favor de los débiles, impulsado por los comentarios periodísticos, vale, o ha valido el esfuerzo, recorrer este camino de la palabra.