Por Ruy Fernando Hidalgo Montaño
Son caminos tormentosos los que transita nuestro país, sumergido en una penosa incertidumbre de no saber a ciencia cierta que rumbo tomar, sin un norte concreto hacia dónde dirigirse, y lo peor de todo con una crisis moral que va poco a poco debilitando nuestra honradez y dignidad, dejando un legado nada deseable a los compatriotas que vienen detrás nuestro. Aquí la impunidad campea, la justicia solo se muestra ágil en ciertos casos de conveniencia o cuando están en juego intereses de gente influyente, pero para las personas humildes del pueblo tarda barbaridades, la delincuencia cada vez crece más ante los ojos atónitos de la ciudadanía honesta que por suerte todavía queda.
La plaga del sicariato continúa acabando con vidas valiosas e inocentes que cada día tiñen de rojo sangre las calles de las ciudades grandes y pequeñas de la patria, seguimos dependiendo de los caprichos de la naturaleza para proveernos de la energía, que necesitamos para poner a trabajar el aparato productivo del país. Pretendemos copiar formas y modelos de gobierno que en otros lares del mundo hace rato caducaron por ineficientes, nos negamos con vehemencia a ser creativos y establecer un estilo propio de regirnos acorde a nuestras necesidades como a nuestras potencialidades, sin caer en la represión ni en la prepotencia.
Solo conociendo nuestras virtudes y debilidades, pondremos la primera piedra del desarrollo tan buscado y tan esquivo en la historia republicana. La juventud es otro tema de gran preocupación en este breve análisis de la situación del Ecuador pues se han vuelto muy dependientes de la tecnología, de punta esto les quita comunicación con su entorno real comúnmente se los ve por las calles plazas y bares de la urbe digitando mensajes o estableciendo contactos virtuales con sus amistades, yo pienso que la tecnología nos ha quitado un poco de intimidad ya que, sobre todo, la nueva generación es esclava de las redes sociales, llenándoles la cabeza de cosas surreales, restándoles convivencia más directa con su familia y amigos.
Estos factores inciden de manera determinante en la insensibilidad que soportamos en los actuales momentos en que se nota un deterioro de vida familiar y de relaciones humanas, poniendo en detrimento las bases de la sociedad contemporánea. Esperemos que los importantes núcleos que constituyen el sistema educativo y el familiar pongan su contingente vital, para que las cosas cambien, que nos dejemos llevar por los sentimientos nobles y buenos que deben prevalecer en el alma de los hombres; solo así convertiremos en más rectos los ahora sinuosos caminos de la patria.