La lectura comienza en donde está el lector

Galo Guerrero-Jiménez

Cuando un lector busca un libro se entiende que es porque le interesa, en unos casos porque debe cumplir con una tarea escolar; y, en otros, porque le nace una atracción profunda, muy personal; sabe que al buscar un libro o un tema de lectura que en verdad le interesa, es porque está seguro que va a disfrutar de ese tema leído; situación que no es así cuando se lee para cumplir una tarea escolar obligada; a  no ser que esa tarea esté incrustada en su mente como una acción de alto sentido estético y micropolíticamente asumida dada la atracción que puede sentir por ese tema de estudio, el cual, necesariamente, está asociado a un experiencia de lenguaje conscientemente valorado desde el salón de clase, por la influencia pedagógica del maestro, o desde la familia que ejerce un papel orientativo para que un tema de estudio sea de interés supremo en el estudiante que intuye que “la educación es una capacitación para la ciudadanía en la medida que la Escuela no es solo una institución democrática, sino que es su condición de posibilidad” (Endara, 2020) para realizarse desde ese espacio escolarizado, desde el hogar que actúa ecológica y cognitivamente para que haya un regocijo interior tanto intelectual como emotivamente en aquel alumno lector que tiene la oportunidad, primero por su interés personal para estudiar y, luego, porque, quizá, y eso sería lo más lógico y adecuado, que  la intervención de la “mediación de un adulto letrado y favorablemente dispuesto entre los niños y la literatura, o de otra disciplina que sea de interés para el educando lector, es el factor más importante en el surgimiento del deseo de leer, y de leer arriesgadamente porque sabe  que leer es divertido, así como desafiante, subversivo, refrescante, reconfortante y todas las otras cualidades (Chambers, 2008) que ese lector descubre en la medida en que es motivado y dirigido cognitiva y psicolingüísticamente por ese o aquellos buenos mediadores que intervienen en la formación de ese educando.

En todo caso, acercarse al conocimiento de un tema científico o literario, no solo desde la educación formal, sino desde las diversas profesiones, o por el puro hecho de que a ese lector, sea de la condición socio-cultural que sea, le nace leer, porque, como sostiene Aidan Chambers, cuando al hablar de literatura indica que cada vez está “más convencido de que la lectura de literatura es la única actividad cultural y educativa trascendental en la que todos -adultos y niños- participamos. Segundo, la lectura de la literatura comienza en donde está el lector, y avanza desde ahí” (2008), con el único y quizá el mejor requisito de estar dispuesto cognitiva, voluntaria y micropolíticamente, y desde la mejor disposición intelectual y emocional para degustar y/o adquirir conocimiento, adentrarse en él como se adentra en el corazón del ser amado para conocerlo y disfrutar de su compañía.

Pues, así se disfruta con el libro, así se entretiene el lector asiduo, identificado con ese mundo de palabras que lo desafían para que tome una postura de apropiamiento en la manera que le sea factible a su bien inclinada disposición mental para, si desea construir conocimiento, por ejemplo, sabe que, en cada página leída, “la construcción de conocimientos es una de las vertientes más emocionantes de la vida humana. Escribimos nuestra historia personal a través de las sensaciones, percepciones, representaciones mentales y emociones que vamos elaborando en el transcurso de las constantes, complejas y diversas interacciones que mantenemos con el mundo en el que vivimos. Tomar conciencia de todas ellas es una eficaz forma de conocernos” (Moreno Marimón y Sastre Vilarrasa, 2020) en esta emergencia mundial que tenemos para expresar los mejores sentimientos de la consideración más sentida por el prójimo que espera que nos acerquemos al horizonte de los problemas socio-educativo-económico-político-ecológicos, para solucionarlos desde lo más genuinamente humano.