Campos Ortega Romero
La fiesta de la Navidad nos recuerda que es la ternura del pasado, el valor del presente y la esperanza del futuro, donde todos los caminos nos conducen y nos lleven a la paz y solidaridad como un respiro de tantas cosas malas y problemas. Es una época en la que sentimos que todo va un poco mejor, que las personas sacan lo mejor de sí mismo y son más felices. Y cómo no ser más felices si el ambiente mismo de la ciudad es diferente, iluminado y adornado, haciéndola ver alegre y hermosa. La Navidad es una de nuestras épocas preferidas porque toda la gente que amamos se reúne y todos, envueltos por la magia de esta fecha, se sienten más felices que en cualquier otra fecha del año.
Esperamos que usted también sienta la alegría de la Navidad que trae consigo y que estos momentos sean de dicha, de paz, amistad y solidaridad, virtudes que constituye y posee todo ser humano. En verdad, existen muchas razones para celebrar la fiesta de la Navidad aunque nos encontremos desmotivados, preocupados o simplemente hastiados de la sociedad de consumo que se refleja en tanto anuncio comercial publicitario que nos recuerda a cada instante como tenemos que celebrar la Navidad.
A propósito de la solidaridad creemos que no es sólo cuestión de dar dinero, hay que aprender a vivir en lo cotidiano con los ojos bien abiertos y los oídos atentos; hay que “mirar con el corazón”. La solidaridad es sensibilización, pero también búsqueda de información y ejercicio de comprensión de lo que ocurre, sin conformarnos con lo que nos cuenta el último telenoticias. La verdadera solidaridad debe conducirnos a replantearnos hábitos de consumo justo y responsables, a plantear un verdadero futuro profesional para todos y todas, modificar hábitos que generan despilfarro, a cambiar la mentalidad que justifica el crecimiento económico ilimitado tanto en su versión macroeconómica como en la economía de casa, para que la solidaridad se convierta en una virtud al transformarse en participación, implica sentirse afectado por las necesidades de los otros como si fuese propio. En este sentido se manifiesta hacia toda la humanidad. La solidaridad, como cualquier valor también tiene un componente afectivo, pues no es el cumplimiento forzado o frio del deber, sino el afán de ayudar y participar para todos alcanzar una meta.
Para nosotros la solidaridad es una cualidad que tienen algunas personas para ayudar desinteresadamente a los demás. Está considerada como un valor que dignifica a las personas que la poseen y que hace que sean reconocidas públicamente. La solidaridad no es un sentimiento superficial, es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común, es decir, el bien de todos y cada uno para que todos seamos realmente responsables de todos. Por ello, a pesar de lo señalado hay que celebrar la navidad, pero no de cualquier manera, no hagamos el juego a la publicidad, al comercio. La celebración de la Navidad es algo muy especial, oportunidad de compartir en familia, donde no es el árbol lleno de luces, ni los hermosos paquetes envueltos en papel de colores, lo básico para la celebración, como dicen nuestras abuelitas: “cuando hay amor, aunque sea una taza de agua caliente sabe sabrosa” así es el Amor, fe esperanza ilusión de una vida mejor entre las mujeres y hombres de buena voluntad.
Un proverbio escocés dice: “muchas cosas pequeñitas, en muchos lugares pequeños, hechas por mucha gente pequeña, pueden transformar el mundo”. ¿Quién no sigue soñando con otro mundo distinto? Es legítimo aspirar a transformar el mundo. Quizás solo lleguemos a transformar un poquito la realidad de nuestro espacio inmediato. Y aunque parezca que nada cambia, una cosa es importante, nosotros seguiremos siendo fieles a nuestros principios. Hay que celebrar la Navidad porque se hace imperativo elevar el pendón de la fe en la promesa de un futuro mejor. Así sea.