Por un Nuevo Año

David Rodríguez Vivanco

Cuando iniciamos nuestra etapa de conciencia, encontramos encrucijadas y bifurcaciones que recogen historias de tentaciones nacidas de la metáfora de elegir. En estos lugares, sembrados de simbologías, consejos e historias; es posible que uno pueda cruzarse con el diablo o peor aún, con la moraleja. Pero hay que mantenerse vivos, cuestión que en nuestros tiempos significa: decidir desde lo más nimio y cotidiano hasta lo más trascendental.

Hay quienes creen en el azar, otros siguen el camino transitado delegando la elección del criterio a un colectivo y hay quienes quieren que todo el camino fuese un transporte que los conduzca de la cuna a la tumba mientras ven por la ventana de un dispositivo. En sus mochilas encuentran nudos que deben desenmarañar, temas que aterrizar, demoliciones pendientes para el pensamiento y una clara intención; afilar el arma más poderosa, la única herramienta que puede cambiar el mundo, la pregunta. El signo de interrogación, una sencilla oz que ubicada en la viga maestra y en el momento preciso es capaz de sentar unas nuevas bases.

Las preguntas mejor elaboradas son aquellas formuladas por los niños, y aquellas podrían ser respondidas por ellos mismos con aplastante sencillez como aquel infante que señalaba “Al Rey Desnudo”, porque más allá de esa sencillez elemental, la realidad se construye de artificios complejos pero evidentes.

Si algo hemos hecho mal como civilización es creer que el mundo es un lugar complicado, que vivimos en realidades operadas por fuerzas y circunstancias oscilantes llenas de malicia que buscan encapsular todo a listas subjetivas de infinitas singularidades, miedos, vulnerabilidades y necesidades crecientes para cubrir quien sabe que carencias e insatisfacciones: ¿y si todo fuese mucho más sencillo de lo que nos hemos querido creer?

Pensemos en lo siguiente: siete notas construyen la armónica de la música occidental, siete colores se mezclan en la paleta del artista frente al lienzo, ¿y si todo lo que conocemos tuviese una génesis así de simple y elemental? lo caminamos o lo desandamos. Puede que la realidad sea como un triángulo que ante la mirada del acreedor se quiera insertar, a la fuerza, dentro de la hendidura de otra figura mucho más complicada y mejor estructurada, pero acaso ¿no es eso lo que hacemos una y otra vez? nos complicamos para crear un entorno donde quepan nuestras aristas y nuestras durezas porque, aunque las cosas sean sencillas, requieren ojos dispuestos a mirar y mentes dispuestas a abrirse. Y así es, se nos ha ido de las manos una creación deforme de arcilla de nuestros miedos y egoísmos y lo que es peor las hemos adornado de líderes, influencers, políticos, coaches, predicador con notas y colores inventados con trajes invisibles para seudomonarcas carentes de visión y honestidad.

Sería ideal, para este nuevo año, que los seres humanos cuenten con la habilidad para desmontar la tramoya de tanto escenario, demostrar que es sencillo conformar un monigote desnudo del esnobismo neurótico e hiperdiagnosticado, que se alimenta de ilusiones de singularidad tendenciosa y de sueños libertarios independientes.