La lectura abre caminos de lucidez mental

Galo Guerrero-Jiménez

Aunque en la niñez y juventud se nos hizo creer que la lectura solo sirve para estudiar un tema determinado y cumplir con el mandato del profesor o de los padres de familia, lo cierto es que, hoy en día, ya se está reformulando esta idea de leer por mandato  o solo para estudiar una asignatura para rendir una evaluación, y eso era todo, con lo cual el aburrimiento, cansancio, pereza, abulia, mero cumplimiento, es decir, leer por leer, eran y aún siguen siendo en muchos sectores de la escolaridad, como el vector principal: leer para estudiar.

La clave de la lectura no está en leer para aprender, aunque ese sea un factor vital en el acontecer de la educación formal y profesional, sino en el poder axiológico, estético y metalingüístico que metacognitivamente proyecto en mi compostura mental para leer desde el ámbito del disfrute. Y para ello, por supuesto, debo alejar de mi mente que estoy leyendo para rendir una evaluación, con lo cual el disfrute desaparece, y se encasilla el temor, la ansiedad y el prurito de que debo memorizar una serie de ideas para depositarlas en el papel o en la pantalla el momento de rendir cuentas ante alguien sobre la temática leída.

Hoy, gracias a los mediadores que son, por supuesto, grandes lectores, el tema de la lectura está tomando otros giros, más humanos, más vivamente emotivos, en donde, desde la niñez, incluso antes de que el niño sepa el abecedario, ya se lo encamina para que ese gran pequeño y futuro lector pueda adentrarse por la hidalguía que la lectura produce; pues, el cuerpo entero se predispone para asumir, no una tarea para cumplirla obligatoriamente sino para, desde el ocio saludable y bien asumido, buscar espacios que con entusiasmo el lector los asume para explorar esa cantera de lenguaje que a la par que la disfruta, sabe que le encamina a un conocimiento nuevo, abierto al mundo y al bienestar personal, reflexivo, pensante y selectivamente asumido en lo profundo de su interioridad.

Desde esta percepción mental, “la lectura, al abrir caminos, ayuda a luchar contra los determinismos y da también una mirada nueva sobre la vida y los mundos próximos y lejanos” (Patte, 2011)  que habitan en el ambiente mundano y en el lector que, desde ese sentir axiológico-estético se da cuenta que “desde que tenemos constancia de la vida en la tierra, la fascinación por crear, contar, leer y escuchar relatos e historias ha sido una constante de las personas, en cualquier espacio y en todos los tiempos” (Cerrillo, 2016); por eso, vale la pena ese muy bien logrado esfuerzo a través de una adecuada compostura mental para disfrutar cognitiva, intelectual y emotivamente cualquier tema, pero ante todo, el de la literatura que “es un producto de la creación del hombre que usa la lengua (…) con una finalidad estética y como resultado de la aplicación de convenciones, normas y criterios de carácter expresivo y comunicativo” (Cerrillo, 2016).

Por ello, qué importante que resulta educarlo al niño desde su más temprana edad, en el ámbito del lenguaje literario, bien desde la oralidad contándole cuentos o desde la lectura en silencio o en voz alta y compartida. Así su lucidez mental desde la armonía de la palabra hace posible que “a medida que el bebé entra en la lengua, su psiquismo se va estructurando en resonancia con las prácticas culturales que lo reciben. [Pues,] la cultura es un conjunto de saberes y prácticas que se transmiten a través de generaciones para hacer que la vida individual y social sea posible” (Cabrejo Parra, 2020), puesto que, la magia de leer desde una adecuada disposición mental “estimula las redes profundas neuronales del cerebro de los niños, por lo que fomenta su desarrollo cognitivo óptimo” (Cox Gurdon, 2020) y emotivo-psíquico profundamente transformador para la consecución de una vida estimulante, sana y divertida existencialmente.