Numa P. Maldonado A.
En 1923 apareció el libro “el Profeta” del libanés Gigran Jalil Gibran (1883-1931), escrito en inglés, traducido a 50 idiomas y recordado por su exiquisita prosa poética. “Un clásico de la filosofía espiritual”, con alentadores mensajes.
Sinopsis del libro: Almustafá, después de avistar “la vuelta del barco que debía devolverlo a su isla natal” se apresta a abandonar la ciudad de Orfalís tras doce años de exilio. “Cuando entró en la ciudad, toda la gente vino a él (…)_y los viejos se adelantaron y dijeron: No nos dejes. Has sido un mediodía en nuestros crepúsculos y tu juventud nos ha dado motivos para soñar. No eres un extraño entre nosotros (…); eres nuestro hijo bienamado (…). Pero él (…) inclinó la cabeza y aquellos que estaban a su lado vieron cómo las lágrimas caían sobre su pecho. El vecindario se agolpó en la gran plaza y del templo salió Almitra, la profetisa (…), la primera que (…) creyó en él cuando tan sólo había estado un día en la ciudad. Y ella lo saludó, diciendo: Profeta de Dios, buscador de lo supremo, largamente has escudriñado las distancias buscando tu barco. Y ahora tu barco ha llegado y debes irte. Profundo es tu anhelo por la tierra de tus recuerdos y por el lugar de tus mayores deseos y nuestro amor no te atará, ni nuestras necesidades detendrán tu paso (…) Te pedimos que antes de que nos dejes, nos hables y nos des tu verdad”, para trasmitirla a nuestros hijos y sus descendientes, “y así no perecerá”. Y antes de partir, Almustafá les dijo su verdad contestando las preguntas de los habitantes de Orfalís sobre temas como el amor, el dar, el tiempo, el placer, la libertad, la paz…
En esta entrega comentamos brevemente la pregunta de un hombre rico que le pidió: “HÁBLANOS DEL DAR. Y él contestó: Dais muy poca cosa cuando dais de lo que poseéis. Cuando dais algo de vosotros mismos es cuando realmente dais (…) Hay quienes dan poco de lo mucho que tienen y lo dan buscando el reconocimiento y su deseo oculto malogra sus regalos. Y hay quienes tienen poco y lo dan todo. Son éstos los creyentes en la vida y en la magnificencia de la vida y su cofre nunca está vacío. Hay quienes dan con alegría y esa alegría es su premio. Y hay quiénes dan con dolor y ese dolor es su bautismo. (…). Es bueno dar algo cuando ha sido pedido, pero es mejor dar sin demanda, comprendiendo. ¿Y hay algo, acaso, que podáis guardar? Todo lo que tenéis será dado algún día. Dad, pues, ahora que la estación de dar es vuestra y no de vuestros herederos”.
Se trata de una loa al valor ético de la generosidad (no de la caridad), muy cercano a la solidaridad, amistad, empatía, compasión… que, utilizado contra el efecto negativo de contravalores como el egoísmo, avaricia, injusticia y maldad, resolvería buena parte del gran problema de la inequidad social, causa del hambre y desdicha de millones de seres humanos.
Si en tiempos de Navidad se nos despierta el deseo de ser generosos, aunque sea mostrando un gesto amable o realizando un acto mayor de dar, como un perdón difícil de vencer, hagámoslo sincera y adecuadamente. En la seguridad de que si estos actos generosos, pequeños o medianos, los extendemos a todas las estaciones del año y a muchos hermanos necesitados, se fortalecerá nuestra salud y bienestar espiritual, como natural recompensa. ¡FELIZ NAVIDAD!