Por José Alfredo Gómez Álvarez
Alamor -Puyango
Doce campanadas tocan a «difunto»
de este viejo «verde» dos mil veintidós
que cumplió sumiso su rol de verdugo
del pueblo oprimido sin rumbo y sin voz.
Que venga el notario con parafernalia:
Tartufos sin nombre, sabuesos a ultranza
del clan que utiliza en su bien la balanza,
a hurdir ditirambos, bellos malabares
que hacen de esta vida llena de pesares
edén florecido de ficción y engaño.
He sido un mal año para los de abajo
como los fin a dos que me precedieron.
Confieso y deploro mi mal proceder
pero es ley divina que exige obediencia
a los que detentan el sacro Podre.
Sé desde muchacho que el empresariado
con sus capitostres copete dorado
sólo acopian «monis» como dé lugar.
Por eso la pugna «a diente pelado»
Por trepar al solio de Carondelet.
Desde allí se imparten decretos mañosos
bien empapaditos de promesas _ rosa
para las sangrías y otras tropelías
que el pueblo Macondo tiene que aguantar.
Y cuando sacude el «Yugo Feudal»
porque hasta los besos
quieren tarifar,
calienta las calles clamando justicia
pues las satrapías, garrudas arpías
requieren más rentas para moderar
el hambre canina de la clase fina.
Vienen los estados de las emergencias
para dar batalla al ogro _ violencia.
Señores pudientes: por más que se blinden sus predios,
sus dientes no habrá bienestar.
Si educan los niños no habrá delincuentes
si dan buen ejemplo en su alta misión
ya no habrá violencia, ni habrá corrupción.
La desigualdad genera pobreza y ésta pare el hambre:
mala consejera que aborta violencia.
¿entienden ustedes el quita del problema?
¿por qué no lo dicen esas Pitonizas
que «a palos» defienden lo que no es factible, racional ni humano?
Elevemos preces a los altos cielos
porque ese recinto de los arlequines
de vida circense, feos lenguaraces, tristes felipillos
elaboren leyes que salven al pueblo.
¿Acaso el demonio de la «diosa blanca»
no anida en el vientre de los palacetes?
¿Acaso esos jueces no ofician de «mulas»
portando en sus lomos las negras conciencias?
Estoy asustado de la rabia gringa
por los descarríos del generalato
metido en la panza del monstruo feroz:
los zafios carteles narcotraficantes
que desatan guerras entre presidiarios
disputando el cetro de don Satanás.
Se hace agua la boca de los candidatos
por morder un pite del pastel bendito
metido en el cofre de Gastos Corrientes
más la lotería…¡qué humor, qué hambrosía!
los sucios sobornos, viáticos dorados.
¡Me marcho mis cholos, mis cholas del alma.
Les dejo en la alforja mote y chicharrón
que el benigno cielo derrame en sus testas
muy leve, muy leve
copitos de nieve.