Un ángel volvió a su cielo
P. Milko René Torres Ordóñez
La vida, como un don de Dios, tiene su misterio porque nos plantea preguntas sin respuestas. Una de ellas es la muerte. Todos nos volvemos muy sensibles cuando un ser querido se va de este mundo. Queda, como canta Alberto Cortez, un espacio vacío que no lo llena la llegada de otro amigo. No somos inmortales, sin embargo, tenemos miedo a aceptar la realidad de una partida inminente, o de un viaje sin retorno. Encontramos, en la ruta señalada, muchos signos. Nos corresponde aplicar el método del ver, juzgar y actuar. Somos seres contingentes.
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