Campos Ortega Romero
La crisis política actual que atraviesa nuestro país, como las de siempre son crisis de los gobiernos de turno, crisis del pensamiento de los hombres gobernantes, nada se estudia con austeridad, hondura, deseo de acertar y de servir a la colectividad que confió en ellos al depositar el voto en las urnas en tiempo de elecciones. Pareciese, que casi todos ellos, no tienen otro culto que el de su persona, su prestigio, su publicidad, son ellos mismos los que primero figuran en un sentido u otro al encabezar acciones y decisiones, supuestamente para ayudar a los hombres y mujeres que fundan el pueblo. Ya en el poder atrás quedaron las promesas de campaña que prometían actuar con sentido de pertenencia, con honestidad, con patriotismo, pero al final se consumen en piras de orgias y venganzas, odios, asesinatos en una prologada noche de avaricia e inmoralidad.
El hombre y mujer constituyen los supremos valores de la tierra, se ha dicho. ¿Cómo educarlos, estimularlos, guiarlos, garantizarlos? He aquí todo el problema. Cada hombre y mujer establecen un misterio frente al mundo y en su intimidad un mar misterioso. Dentro de cada individuo, se encuentran, mil instintos e intuiciones, mil sensaciones y sentimientos que deben ser canalizados por la inteligencia e impulsados por la voluntad y el amor. O simplemente someterlos por la fuerza, que constituye represión, que violenta el más sagrado valor de los hombres y mujeres que es la libertad.
El sometimiento por la fuerza, violenta a la historia y a la época actual, porque nos recuerda: al Tribunal de la Santa Inquisición, que se crea el 17 de septiembre de 1840, posiblemente el instituto más aterrorizante que la humanidad conociera en el curso de toda su historia, por lo menos hasta el aparecimiento de la Gestapo hitleriana en el siglo XX. Siendo la cabeza el monje dominico que pronto se volvería sinónimo de intolerancia y fanatismo: Tomás de Torquemada. Es decir, la cultura del miedo, el garrote y el terror.
Frente a lo anotado, algunos pensadores aseveran que el hombre nació para el ideal; para el impulso y la lucha. Si apóstata de su deber, prefiere un pacifismo vulgar, fracasa. Nació para trabajar, para dominar la materia, para someterla al espíritu, para ayudar al individuo en su lucha contra los obstáculos, todo ello para cumplir un ideal, la “existencia auténtica” que señala Heidegger.
¿Qué hacer ante esta debacle? Se requiere construir un nuevo sistema de dirección, de orden, de respeto, de civilidad, integrado por ciudadanos comprometidos, honestos, responsables. Personas distinguidas por su educación, por la pureza de sus acciones, por sus altos valores morales, en quienes la sociedad encuentra mucho que imitar y poco que corregir, he allí el dilema… Cuando alguien exige la vigencia del tema ético como algo prioritario, en reuniones o en privado, las reacciones de los interlocutores suelen ser de rechazo inmediato, cuando no de ironía o risa, porque consideran que es de ingenuos pensar, por ejemplo, que en la política contemporánea, tan afectada por la mentira, la prevaricación, el transfuguismo, el desenfreno, el compadrazgo y el uso indebido del patrimonio público, puede existir un espacio para la ética.
La etapa histórica que vivimos debe ser atendida mediante una clara visión del mayor número posible de hombres y mujeres, donde la visión sea clara, exacta, vigorosa de lo que se debe hacer para acelerar la marcha, para avanzar hacia una mayor justicia y libertad, hacia un bienestar integral más universalizado, estos valores, solo puede provenir de la educación, de la enseñanza. Cierto que el pueblo se guía por las instituciones que le sugiere la vida, pero necesita orientación moral e instrucción cívica para apreciar con exactitud a los conductores y las circunstancias. Para crear una cultura basada en el amor y la ética.
Estamos convencidos de que no hay sociedad que garantice la libertad y el bienestar de los ciudadanos sin la sujeción a una norma moral común e independiente, que esté por encima de ideologías, de intereses partidistas, del poder económico o de la conveniencia de los poderosos. Ninguna realidad social está al margen de la ética. Ningún hombre ni ningún país pueden salvarse sin ética.
Por ello al depositar su voto en las urnas debe y tiene que ser pensando en el desarrollo, personal, de nuestra ciudad y provincia secularmente olvidada por los gobiernos de turno, Moreno y Lasso, dejándola en el olvido y abandono de siempre. ¿Recuerda la promesa de la carretera: Loja-Catamayo de cuatro carriles?, ¿Libre ingreso a las universidades? ¿Fortalecimiento y atención prioritaria a las personas de la tercera edad en el IEES? ¿Pago puntual a los maestros? ¿Recuerda que el primer presupuesto para el primer Festival Internacional de las Artes Vivas de Loja, fue de USD 1 millón 933 mil, para el segundo y tercero fue de USD 5 millones 828 mil? y hoy…. Consideramos que su voto debe y tiene que ser meditado y pensando en su desarrollo personal, de Loja ciudad, provincia y país, lejos del odio y la desidia. Así sea.