Mg. José Antonio Mora Burneo
En la vastedad de las montañas ecuatorianas, donde la ciudad de Loja se arrulla entre vientos andinos y melodías prehispánicas, se apaga una estrella, pero no su brillo. Oswaldo Burneo Valdivieso, hijo predilecto de esta tierra, ha dejado un vacío insustituible en los corazones de los lojanos, pero su legado resplandece con una fuerza inquebrantable.
Oswaldo no fue simplemente un ciudadano; fue un destello de pasión, un arquitecto de sueños y un maestro de acciones. Cada paso que dio en las históricas calles de Loja estuvo marcado por la determinación de ver a su gente prosperar, de presenciar la metamorfosis de una ciudad en constante evolución, y de ser testigo del resurgimiento de su cultura.
Sus manos, que tanto aportaron al desarrollo de la ciudadanía lojana, sembraron semillas de progreso que hoy, y por generaciones futuras, serán recordadas. Cada proyecto, cada idea, y cada iniciativa que impulsó se convirtió en un pilar para el futuro de Loja, un testimonio de su inquebrantable amor por su tierra natal.
Pero más allá de sus logros tangibles, Oswaldo fue un poema viviente. Su vida, marcada por altos y bajos, fue una narrativa de perseverancia, resiliencia y amor. Como un río que serpentea por montañas y valles, enfrentó adversidades, pero nunca dejó de fluir con fuerza y determinación hacia su destino.
Hoy, las lágrimas de Loja caen como lluvia sobre sus calles empedradas, en un adiós melancólico y a la vez agradecido. Los lojanos lloran no sólo la pérdida de un ciudadano ejemplar, sino la partida de un amigo, un mentor y un verdadero patriota.
Sin embargo, en el duelo, también encontramos esperanza. Porque, aunque Oswaldo Burneo Valdivieso haya partido de este plano terrenal, su espíritu sigue vivo en cada esquina de Loja, en cada proyecto que aportó y en cada corazón que tocó. Su legado es una luz que, aunque él ya no esté presente, nunca dejará de iluminar.
Loja, con su historia rica y sus esperanzas de un futuro aún más brillante, se inclina en reverencia ante uno de sus más grandes hijos. Y aunque el dolor del adiós pesa en el alma, la ciudad sabe que tiene un ángel guardián mirando desde las estrellas, guiándola hacia un mañana lleno de promesa.
Descansa en paz, Oswaldo Burneo Valdivieso. Tu luz sigue brillando en el corazón de Loja.