Diego Lara León
Eran inicios de los años 80 y en casa esperábamos con mucho entusiasmo, la noche anterior al 17 de agosto, con mis papás y mis hermanas hacíamos canguil, papas fritas, también en los recordados canastones se guardaban las frutas y las bebidas, se alistaba el famoso “fiambre”, colocábamos la “colchoneta” en el balde de la camioneta familiar y dormíamos “con un ojo abierto”, esperando ponernos el calentador y las “quetas”, la gorra infaltable para protegernos de inclemente el sol y salir antes que amanezca para llegar a tiempo a tomar el buen café con pan y queso, este ritual gastronómico y de tertulia familiar ocurría un par de kilómetros antes de la imponente Basílica de El Cisne. La caminata tenía una importante fe religiosa, pero también tenía mucho de unión familiar y diversión.
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