El inconforme, aguerrido y audaz Profe Miguel Quinche

César Correa

Revisar la vida del Dr. Miguel Ángel Quinche Albito tiene  gran importancia  sociológica y política, porque permite observar aspectos notables del paso de una sociedad feudal a otra capitalista, pues él vivió su infancia y juventud en un universo feudal y luego logró saltar a otro ambiente superior, gracias a su irreductible inconformidad y su valor para tomar decisiones audaces cuando las oportunidades se lo pedían, de suerte que sus hijos ya no tuvieron que sufrir las duras condiciones de vida que flagelaron a las generaciones anteriores.

Nació en las proximidades del actual barrio Pucacocha, en la que era hacienda Ciudadela, del Dr. José Miguel Carrión, padre de Alejandro (Juan sin Cielo), el 13 de marzo de 1935, a los pocos días de la muerte de Naún Briones, cuando nacía el velasquismo en el país. De sus antepasados se sabe que ya estuvieron habitando ese sector en el siglo XVIII, realizando toda clase de trabajos gratuitos en beneficio de los terratenientes, a cambio del préstamo de una parcela para «vivir en ella y de ella. Como lo describió García Márquez, todos los días eran lunes, con una férrea rutina que inducía a creer que así sería eternamente y no daba lugar a pensar en un cambio, una existencia sin más horizonte que el de confiar en la bondad divina para que no sobrevinieran enfermedades y más calamidades. Como todos los hijos de los avecinados tuvo que ayudar en los trabajos de la hacienda desde que pudo caminar y en su juventud también tuvo que «pagar la obligación», la de laborar gratuitamente los lunes y martes de todas las semanas por la parcela que le prestaron.

En Pucacocha se había creado una escuela a la que Miguel comenzó a asistir, gracias a la iniciativa de su madre que lo matriculó y se preocupó de enviarlo todos los días. «Pata al suelo» Miguel iba y venía de la escuela, caminando una hora, con sol o con lluvia. Su madre, doña Micaela Albito, acostumbraba ir a La Toma (Catamayo) acompañada de una mula, a traer «la providencia», incluyendo bananas y naranjas, frutas cuyo sabor no conocían los hijos de los avecinados, porque no tenían dinero para comprarlas.

Por la dedicación al estudio que demostró Miguel su madre hizo esfuerzos económicos para matricularlo desde el tercer grado en la Escuela  «José Antonio Eguiguren», a la que también se trasladaba caminando. Miguel recuerda que el hermano Gabriel José no se cansaba de ensalzar a Gabriel García Moreno. La normalidad se alteró cuando le salió un tumor en el pie, que pesó psicológicamente para que no volviera al plantel y se alejara unos diez años de las aulas. Regresó a las tareas rurales, a cultivar la media hectárea que le prestó el Dr. Carrión y cuando estaba por los 20 años de edad comenzó a recibir un salario porque le dieron el trabajo de sacar arena del río Malacatos, cuando el alcalde Dr. Ramón Burneo emprendió en abrir la calle Lauro Guerrero. Pero ventajosamente nunca le abandonó la idea de prepararse para servirles a los demás a salir de su infortunio.

Accidentalmente un día un amigo le informó que en la Escuela «Miguel Riofrío» funcionaba una escuela nocturna. Inmediatamente Miguel solicitó matrícula y a los 23 años de edad reinició sus estudios primarios, en el plantel «Manuel J. Calle», dirigido por don Fernando Velasteguí, cuya bondad es memorable. Esta vez la concurrencia a clases fue más agradable porque la hizo en bicicleta. 

Aprobado el sexto grado pasó al Colegio Nocturno «Leones de Loja» que para su suerte se había creado en esos días, gratuito, auspiciado por la naciente burguesía lojana que fundó el Club de Leones. Sin embargo Miguel no estaba conforme con esa vida y las cortas perspectivas que ofrecía. y con sorprendente audacia al terminar el tercer curso resolvió irse a Quito, territorio desconocido, al que llegó sin saber cómo iba a subsistir.

Desde la Capital, necesitado de dinero Miguel le pidió a su madre que vendiera la bicicleta y le enviara los billetes por la empresa de transportes «Santa». Ella la vendió en 120 sucres, que era más que un salario mínimo, como unos 500 dólares de ahora. Ella hizo un paquetito con tortillas y otros alimentos, debajo de los cuales colocó el fruto de la venta. Miguel fue a las oficinas de «Santa» en el Cumandá donde le entregaron el paquete, abierto, con los alimentos pero sin el dinero. Le dijeron que era prohibido hacer las remesas así, que debía haber hecho la guía correspondiente, y se quedaron con los 120 sucres, dejándolo a Miguel angustiado. «No hay mal que por bien no venga» dice Miguel al recordar esa anécdota, pues corrió a buscar trabajo, en peluquería porque algo había aprendido en Loja, lo aceptaron en un taller cercano a su domicilio y a partir de entonces pudo financiar su subsistencia y su asistencia a la sección nocturna del Colegio Nacional «Mejía», donde conoció al legendario Inspector Pupo Fierro, en tiempos de Camilo Ponce y el cuarto velasquismo, mientras en Loja Castillo Luzuriaga (Si Juro) movilizaba a la gente en busca de vivienda y lograba romper el cerco feudal que asfixiaba a la ciudad.

En 1964 ingresó a la Universidad Central a estudiar Ciencias de la Educación para entonces ya tenía su propia peluquería y mejoraron sus ingresos. En esos momentos recibió el pedido de su madre de que se lo lleve a Quito al menor de los hijos, a Segundo Francisco, que estaba «en la edad del burro», no quería hacer nada, no obedecía y andaba enamorado. Miguel le cumplió el deseo a su madre y ello le traerá excelente recompensa años más tarde. Instalado Francisco en la Capital lo primero que hizo fue reprocharle a su hermano por haber empleado su tiempo  exclusivamente en prepararse y no tener nada en ahorros. La pasión de Francisco fue la de hacerse rico y pronto lo logró. Primero se hizo radiotécnico y poco a poco se fue transformando en vendedor de repuestos; con mucha suerte pudo hacer los contactos necesarios para importar los repuestos desde China, hasta convertirse en el más grande proveedor del país, desplazando al gringo Howard. Al mismo tiempo había seguido una carrera universitaria y se había graduado de Ingeniero en Administración.

Miguel se graduó de Licenciado en 1970, justo unos días antes de que Velasco clausurara las universidades de Quito, Guayaquil Cuenca y Loja. En 1971 emprendió en otra aventura, de la que salió bien librado. Con nombramiento de primaria se vino a Vilcabamba, a trabajar en un colegio particular gratuito. Por gestiones de Miguel el plantel fue nacionalizado y pasó a ser el primer rector del Colegio Técnico «Vilcabamba», que inicialmente funcionó en una casa arrendada para el efecto. Como rector Miguel consiguió cada año la autorización ministerial para crear un curso  superior, hasta llegar al sexto y graduar a la primera promoción de bachilleres; también consiguió la donación de un terreno por parte del Municipio de Loja, con la solicitada ayuda del secretario municipal Dr. Marcial Tandazo, y la donación de la estructura metálica para la construcción del edificio propio realizada por el Ministerio de Educación en el gobierno de Jaime Roldós Aguilera.

En 1972 le llegó la hora de la audaz aventura de casarse. Contrajo matrimonio con la profesora Herlinda Lucrecia Maldonado Sandoval, con quien procreó 5 hijos, todos los cuales han cursado estudios superiores y son profesionales que laboran activamente, que jamás pasaron por las torturas de los trabajadores de la época feudal. Hoy se hallan cómodamente adaptados a las estructuras capitalistas.

En 1978 cumplió uno de sus sueños, de tinte socialista, el de ayudar efectivamente a los trabajadores a superarse para llevar una vida mejor. Miguel es un pionero en el campo de la formación artesanal. Creó la Academia Técnica Artesanal para capacitar artesanalmente a los jóvenes en las ramas de la Belleza, Radio y TV, al mismo tiempo que estudiaban los 3 primeros cursos de secundaria. Para sorpresa de Miguel unas señoras salieron furiosas a oponerse al funcionamiento de la academia y a pedir a las autoridades que se la cierre: habían sido las señoras que tenían el negocio de otorgar títulos artesanales «por los propios derechos» a jóvenes que pagaban para que se les tome un examen y se les extienda el cartoncito de artesanos, sin asistir a clases. Esto me hace recordar el odio desatado contra Rafael Correa por parte de los empresarios a los que les quitó varios jugosos negocios, como el de vender energía termoeléctrica de las barcazas. La academia duró 25 años, hasta que no fue posible sostener la empresa y se disolvió. Entonces Miguel en 1998 fundó el Centro Artesanal «Centinela del Sur», que lo llevó a funcionar en Pucacocha, para hacerlo más accesible a la juventud de los barrios marginales, a quienes inculcaba a diario a desempeñarse con honradez y responsabilidad. Actualmente dicho Centro ya no es de su propiedad y ahora funciona en el centro de la ciudad.

En 1981 recibió el pase al Colegio Experimental «Bernardo Valdivieso» en el que permaneció como profesor de ciencias sociales hasta que se jubiló en 2011. Tuvo la oportunidad de seguir un doctorado en la Universidad Nacional de Loja, en la que se graduó con una tesis sobre Administración Educativa, dirigida por el Dr. Fausto Aguirre y elaborada conjuntamente con Germán Quizhpe, Elvia Vargas y Esperanza Sánchez.

Miguel no podía guardarse las vivencias de su ascendente carrera, que podían servir de estímulo para que otros más se atrevieran a romper la rutina y a desarrollar sus aptitudes, adormecidas por la opresión y la explotación del sistema imperante. Incursionó en el campo del periodismo, con artículos que fueron vehementes convocatorias a luchar contra las adversidades, a vencer los obstáculos y a abrir nuevos caminos, ideas que por fortuna permanecen impregnadas en las páginas de CRÓNICA y La Hora.

El tiempo quiso que de benefactor de su hermano menor pasara a ser beneficiado, pues, después de haber acumulado una millonaria fortuna Francisco se constituyó en guardián de la salud de toda la familia, costeando la atención médica en el Hospital Metropolitano cada vez que lo requerían, como sucedió con la esposa de Miguel. Esos hermosos lazos de amor fraternal se truncaron bruscamente en octubre pasado, porque un cáncer fulminante se lo llevó a Francisco.

Con la herida aún sangrando Miguel fue objeto de un acto justiciero y agradable. La Dirección Provincial del Ministerio del Trabajo, la Junta de Defensa del Artesano y el Centro de Capacitación Artesanal «Centinela del Sur» le hicieron en noviembre un reconocimiento público por su imponderable aporte para que miles de jóvenes pudieran adquirir una profesión que les permitiera llevar una vida honorable, ejercida con pulcritud, superando la mala reputación de los artesanos que nunca cumplían los plazos para la entrega de las obras que les contrataban.

Es lamentable que a Miguel no le haya atraído la militancia partidaria y por lo tanto haya perdido las oportunidades de multiplicar su capacidad de gestión, pues, hubiera hecho más obras en beneficio de los trabajadores, sin embargo es ejemplo de lucha contra las viejas y perniciosas estructuras sociales.(I).