Porque estás aquí

Las cosas no siempre son como uno quisiera. Unas veces todo sale conforme a lo planeado, en otras no tanto y muchas veces incluso debemos atravesar el desierto. Cada suceso en nuestras vidas obedece a un propósito mayor y cada giro en el camino nos deja un aprendizaje. Aquí la pregunta es ¿cómo enfrenta las situaciones no deseadas? ¿sabe sobreponerse?, ¿se adapta?, ¿es capaz de salir fortalecido?

La manera en la que una persona enfrenta las circunstancias depende en gran medida de su bienestar espiritual. Muchas veces me he preguntado ¿en quién confiará aquél que no conoce o no desea conocer el amor y la misericordia del Señor? ¿Quién lo sostendrá? ¿en qué o en quién pondrá su esperanza? En cambio, que fácil es sobreponerse cuando se sabe que “a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien” (Romanos 8). “El Señor jamás nos falla y nunca nos abandona por eso podemos decir con toda confianza: El Señor es quien me ayuda, por tanto, no temeré” (Hebreos 13). Y es que la presencia del Señor en nuestra vida nos da una perspectiva diferente, una actitud diferente y al igual que el salmista podemos declarar: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento” (Salmo 23). Jesucristo prometió estar con nosotros hasta el fin del mundo y Él cumple sus promesas.

Jesucristo experimentó en carne propia la persecución, la pérdida de un ser querido, la tentación, la traición, pero nunca desmayó en su propósito para nuestra salvación. Jesucristo sabía de lo que hablaba cuando decía “en este mundo van a sufrir, pero anímense, yo he vencido al mundo” (Juan 16), por eso cuando el Señor nos dice “¡No tengan miedo cuando salgan hoy a pelear contra sus enemigos! No se desanimen ni se asusten, ni tiemblen frente a ellos. ¡Pues el Señor su Dios va con ustedes! ¡Él peleará por ustedes contra sus enemigos y les dará la victoria!” (Deuteronomio 20), los redimidos damos un paso al frente, hacemos ese esfuerzo adicional porque “somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó” (Romanos 8).

Nuestra fortaleza viene de saber que: “Los que viven al amparo del Altísimo encontrarán descanso a la sombra del Todopoderoso. Solo Él es mi refugio, mi lugar seguro; Él es mi Dios y en Él confío. Me rescatará de toda trampa y me protegerá de enfermedades mortales. Sólo bajo su protección podemos vivir tranquilos,” (Salmo 91). Por eso, aunque oscura sea la noche y grande la tribulación, yo me siento bien y es porque tú, Señor, estás aquí conmigo.