La disputa por el liderazgo

La disputa por el liderazgo en la construcción de lo nacional, es históricamente una tradición, la noción de tal disputa viene dada con una elegante competencia, quién no conoce los concursos, en donde las familias exhiben orgullosamente su pasado de preeminencia regional.

Así ostentan públicamente los lazos que unen a “eminentes” con “ilustres”, y hacen un círculo de influyentes, para desde allí, disputar el liderazgo de un determinado grupo elitista.

La historia recuerda que los llamados concursos de belleza siempre fueron el pretexto para “vincular la alta sociedad”, y en Loja, las clásicas fiestas del “18 de Noviembre”, en las cuales los lojanos se lanzan fraternal y alegremente a las calles, a celebrar todos los años el aniversario de la Independencia de Loja, es el escenario donde tal disputa se construye año a año.

Esto permite afirmar que, la disputa por el liderazgo está presente en casi todos los momentos, donde la sociedad busca la preeminencia social de ciertos grupos, en el contexto de las festividades patrias, en las festividades patronales de un colegio, de un gremio, etcétera.

En el libro “Legisladores e intérpretes”, el sociólogo Zigmunt Bauman (1997) analiza precisamente las transformaciones sociales y políticas que permitieron la emergencia de la cultura y las naciones como forma de clasificación de los grupos.  El autor señala, las intensas luchas políticas implícitas en la definición de “cultura” y de “nación” y muestra cómo las clases populares fueron progresivamente expropiadas de sus posibilidades y capacidades para organizar las fiestas.

Habla Bauman de la conflictiva lucha por la autoridad social, que tienen como escenarios las festividades y que significa principalmente el derecho a tener la iniciativa social, a ser el sujeto de la acción social.  Derecho que, en las palabras del autor, las clases dominantes querían a comienzos del siglo XIX en el contexto europeo, solo para sí mismas, y que tuvieron como resultado la reducción del pueblo a ser espectador de acontecimientos públicos, y que, en momentos contemporáneos, son despliegues monumentales del poder de los poderosos, y de la riqueza de los ricos. (Bauman 1997:94).

Por tanto, las fiestas y eventos que luego se van naturalizando, y en el proceso de construcción nacional, se van nacionalizando y convirtiendo en fiestas de toda la nación, son en realidad caldo de cultivo para la disputa del liderazgo, y a la vez, una forma de discriminación de los poderosos contra los débiles, de los ricos contra los pobres, de los que mueven los hilos de los más vulnerables.

Es oportuno decir, que quienes buscan tener el poder, trazan su mapa muy cerca del mapa de construcción cultural; desde allí, lideran y gobiernan.