Efraín Borrero E.
La plaza de San Sebastián pertenece a la parroquia del mismo nombre, que junto con la de San Juan Bautista El Valle fueron las primeras de nuestra pequeña urbe lojana. Es una de las más importantes por los acontecimientos históricos que entraña y por la singular arquitectura de portales que la convierten en un atractivo turístico.
Su principal ícono es la Iglesia construida con el esfuerzo, entusiasmo y dedicación de Eliseo Álvarez Sánchez, un ejemplar sacerdote perteneciente a una familia benefactora. Fue designado párroco de San Sebastián en 1872 por cuatro períodos. Tenía devoción por la Virgen, especialmente en su advocación de la Inmaculada de Lourdes.
Se dice que Eliseo Álvarez deseó propagar esa devoción entre los lojanos y “se propuso levantar una iglesia junto al vetusto templo de San Sebastián que constaba de una sola nave oscura y un tanto funesta”, que sufrió las consecuencias devastadoras de un terremoto.
Durante largos años recorrió los campos de Loja, incluso del norte peruano, predicando misiones y solicitando de puerta en puerta una limosna para su templo. Con ese aporte y su propio dinero, el cinco de septiembre de 1895 empezó a ubicar los cimientos de la nueva iglesia de San Sebastián.
Lo que en realidad existió antes de la construcción del templo fue una ermita de paredes de tapia, piso de ladrillo y madera que, según Alfonso Anda Aguirre, fue construida hacia 1577.
La edificación de la nueva iglesia incluyó la Casa Parroquial que sirvió de escuela para los niños de su parroquia, en la que Eliseo Álvarez, que tenía amor a los pobres, a los enfermos y a los niños, era el principal profesor de religión.
Hablando de este ilustre sacerdote, Pío Jaramillo Alvarado dice que en la inauguración del templo de Lourdes uno de sus más grandes éxitos fue establecer una feria comercial anual, de gran utilidad económica, la que siguió celebrándose por algunos años. Se realizaba cada ocho de diciembre.
Al fervor religioso de Eliseo Álvarez se debe el nombre de la emblemática calle Nuestra Señora de Lourdes, la más atractiva de la ciudad porque nos traslada imaginariamente a una época de antaño. Es muy visitada por los turistas.
De lo poco que quedó de la pequeña ermita derruida fueron las campanas, que según la investigadora Yolanda Ruiz Ortega, repicaron aquel dieciocho de noviembre de 1820, tañidas por el cura párroco de ese entonces, Carlos Samaniego, quien apoyó el movimiento independentista de Loja.
Señala que Eliseo Álvarez trasladó esas “campanas de la libertad” a la capilla de San Pedro de Bellavista cuando dotó de campanas nuevas al Templo de Lourdes o Iglesia de San Sebastián, y que allí se conservan.
Aunque en realidad el Acta de Independencia de Loja se suscribió en la plaza central el diecisiete de febrero de 1822, por parte de ochenta y ocho personajes, es indiscutible el valor histórico del movimiento independentista generado en San Sebastián, a eso se debe que a la Plaza se la conoce como de la Independencia.
Por esa razón, el ilustre y destacado alcalde, Alfredo Mora Reyes, dispuso la construcción de la llamada Torre de San Sebastián, en 1957, concebida como un monumento para rendir tributo a la Independencia de Loja.
Tiene una altura de treinta y dos metros, con un estilo art déco que es una monumentalidad de la ingeniería aerodinámica. “El Dr. Rubén Ortega J. a manera de anécdota cuenta que mientras se construía la torre, uno de los trabajadores le dijo: -doctor- desde aquí ya se ve Sozoranga (el cantón donde nació) y él respondió – entonces, hasta ahí llegamos -“.
Se encuentra coronada por un reloj público de cuatro esferas. En su base se puede apreciar grandes murales representativos de la ciudad y provincia de Loja que hacen referencia a diversos hechos históricos. Georgina Torres asegura que los realizó el prestigioso lojano Estuardo Figueroa Castillo, destacado maestro de las artes plásticas, pintor, escultor, muralista y poeta, con una dilatada trayectoria en la creación artística.
Mi abuelo me comentó que el reloj de cuatro esferas fue donado por el Comité Cívico de San Sebastián. Hombres y mujeres aportaron económicamente y realizaron una serie de eventos para recaudar fondos, algunos de los cuales se realizaron en la Escuela Miguel Riofrío. Luis Bernardo Cuenca aseguró que el Cabildo Diocesano se opuso que sea colocado en la atalaya, sin embargo, Alfredo Mora Reyes se paró firme y con el apoyo unánime del Cabildo dispuso que vaya en el sitio que hoy lo conocemos.
La construcción estuvo a cargo del distinguido profesional quiteño, Gustavo Trueba Barahona, quien fue requerido por la Municipalidad para que desempeñara la Dirección de Obras Públicas Municipales en el período 1956- 1958.
A continuación de la iglesia se encuentra el atractivo Mercado del Sur, conocido comúnmente como Mercado de San Sebastián. Matilde Cueva Espinosa, vecina de cepa de ese barrio, me comentó que su construcción se llevó a cabo en 1948 durante la segunda alcaldía de Eduardo Mora Moreno, quien antes fue el primer alcalde de Loja, ya que desde 1822 hasta 1945 la denominación del primer personero municipal era la de Presidente del Concejo Cantonal.
El Mercado de San Sebastián, que es llamativo por su diseño tradicional, fue el segundo de la ciudad después del mercado central de abastos construido en 1905, situado en la calle dieciocho de noviembre y diez de agosto.
Muchos años más tarde se construyó la glorieta ubicada entre la iglesia y el mercado, a fin de fomentar la realización de eventos artístico culturales. De allí nació el “Jueves Cultural” que luego fue suspendido.
En el contorno de la Plaza de San Sebastián, comprendido por las calles Bolívar, Mercadillo y Bernardo Valdivieso, han vivido ilustres y connotados personajes cuyos nombres están registrados en la historia lojana.
Reinaldo Valarezo destaca algunos nombres: el de Segundo Cueva Celi, eminente músico y compositor, casado con Victoria Espinosa Ruiz, padres de Laura, Matilde y María que generosamente donaron algunos bienes y documentos de propiedad del preclaro Maestro al Museo de la Música del Centro Cultural Pio Jaramillo Alvarado y al Museo de la Cultura Lojana. Su casa de habitación, ubicada en la calle Bolívar entre Lourdes y Mercadillo, aún se conserva.
En la calle Bernardo Valdivieso, entre Mercadillo y Lourdes, se encuentra la casa que fue de Luis Alfonso Crespo Chiriboga, Obispo de Loja. A pocos pasos está la casa que fuera propiedad de la señora Zoila Pacífica Alvarado, en donde vivió su hijo, el doctor Pío Jaramillo Alvarado, emitente escritor y doctor en ecuatorianidades. Hoy funciona en esa edificación la escuela que lleva su nombre: Zoila Pacífica Alvarado.
Continuando hacia la intersección con la calle Lourdes estaba la casa de los esposos Juan Manuel Hidalgo Pauta, lojano, y Carmen Navarro del Castillo, venezolana, padres de Antonio de Jesús, Carmen Balbina, Bonifacio, Belisario, Higinio, Arsenio y Matilde Inés Hidalgo Navarro, eximia mujer que marcó un hito para el movimiento feminista latinoamericano en su lucha por la igualdad de derechos civiles. Con su voluntad inquebrantable y temple tenaz fue protagonista de la primera conquista femenina en varios campos.
El primogénito, Antonio de Jesús, fue un “compositor y maestro pianista de elevados quilates y de muy grata recordación por su obra benéfica en nuestro Conservatorio, Ecuador y América”, como refiere Rogelio Jaramillo Ruiz.
Antonio de Jesús fue el gran soporte de su última hermana: Matilde Inés, ya que su padre falleció en el Perú cuando ella apenas frisaba los seis meses de edad. Estuvo siempre a su lado y le dio el aliento necesario para que alcanzara los logros que se había propuesto.
Matilde Cueva dice que su madre, Victoria Espinosa Ruiz, y Matilde Hidalgo Navarro fueron compañeras de escuela y que a lo largo del tiempo cultivaron una amistad entrañable. Asegura que algunas de las cartas que le dirigió Matilde Hidalgo reposan en el Museo de la Música de Loja
Jenny Estrada explica que el predio adquirido por los Hidalgo Navarro consistía en casa y huerto frente a la hacienda Pucará, en los confines de la población, con lo que hace notorio que por el último cuarto del siglo XIX la urbe lojana llegaba hasta lo que hoy es la calle Lourdes.
Los predios urbanos eran extensos desde la formación de la ciudad. Juan de Salinas refería que por entonces los solares eran de buen tamaño, algo más de mil quinientos metros cuadrados. Con el tiempo se fueron fraccionando y aun así se conservaron con una considerable extensión, la muestra es que muchos de ellos actualmente sirven como parqueaderos.
Se dice que “la devoción a San Sebastián data desde 1660, cuando el santo evitó que un fuerte terremoto destruya esta ciudad. A partir de ello, por disposición del Cabildo Lojano se lo declaró Patrono Jurado de Loja.
Sobre la base de fuentes confiables me inquieta lo siguiente. El Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional, que son los expertos “terremoteros”, no registra en su historial ningún movimiento sísmico que haya afectado a Loja en 1660; pero sí registra el terremoto del veinte de enero de 1749 que causó graves daños en la urbe lojana, derruyendo algunas casas y la Iglesia de San Sebastián que se vino abajo con santo y todo.
De otra parte, Alfonso Anda Aguirre, después de cierto análisis “deduce que la devoción a San Sebastián data del origen mismo de Loja. Por eso —dice— que el patrono de la Zarza debió ser San Sebastián y que la Zarza posiblemente se fundó el veinte de enero de 1547 en que se celebra las fiestas de este santo”.
Lo dicho es simplemente una motivación para profundizar en el análisis; mientras tanto, la organización de actividades para rendirle tributo año tras año, cada veinte de enero, continuará fortalecida con la especial devoción que los vecinos de San Sebastián profesan al Patrono Jurado de Loja.