Una democracia de lectores ilustrados desde el lenguaje y el sentimiento

Galo Guerrero-Jiménez

Ciudadanos que puedan vivir con plenitud democrática desde una gran mayoría de personas ilustradas que desde la formación que reciben de la familia, de la escolaridad y de la universidad para quienes puedan tener acceso para profesionalizarse, y puedan practicar la sabiduría del buen vivir, es lo que hoy necesita el mundo en esta denominada era virtual y pletórica de tanta información a la cual se puede tener acceso para seleccionar lo que mejor convenga a nuestros intereses personales y socio-educativo-culturales, de manera que nuestra condición humana se vea revestida de grandes ideas y de formas de pensamiento que nos permitan llenarnos de nobles ideales porque, con dedicación, esfuerzo y disciplina es posible tener acceso al conocimiento, al más granado, al más selecto desde una mirada lectora profunda, analítica, libertaria, democrática, responsable y estéticamente asumida en cada texto que el ciudadano se da cuenta que tiene sentido leer esa multiplicidad de lenguaje que le llega a su cerebro intelectual y emocionalmente a través de un dispositivo electrónico o desde el medio impreso.

Pues, leer  voluntaria y democráticamente para tener acceso al conocimiento desde un teléfono inteligente, desde un dispositivo electrónico, hoy no es difícil; lo preocupante y complejo es asimilar ese conocimiento no solo para la localización de lo trivial, de lo cotidiano, de lo superficial, sino, esencialmente, para que ese conjunto de lenguaje, que debe ser selecto, nos ayude a educarnos y a educar a los demás, aprovechando las herramientas intelectuales más dinámicas que tiene el ser humano: la lectura y la escritura a través de las cuales, y con la más plena consciencia psicolingüística, podamos, como dice el académico Ángel Pérez Gómez, “reconstruir no solamente los modelos mentales conscientes y explícitos, sino de manera muy especial los mecanismos, hábitos, creencias y mapas mentales inconscientes y tácitos que hemos adquirido a lo largo de nuestra vida y que gobiernan nuestros deseos, inclinaciones, interpretaciones y reacciones automáticas cuando nos enfrentamos al contexto cambiante, incierto y diverso en el que habitamos” (2012) y con el cual, si no tenemos los suficientes argumentos intelectuales y emotivos de solvencia moral, dialógico-reflexiva y crítica, sucumbimos inmisericordemente, porque, si sabemos o conocemos muy poco sobre lo que nos concierne, la rendición mental, e incluso ética, ante la vida, es eminente.

Necesitamos, entonces, llegar a tener una mayoría de personas ilustradas democráticamente desde contextos mentales que nos permitan fortificar nuestro pensamiento creativo desde la lectura de textos selectos; pues, “toda escritura es el arte de materializar el pensamiento. La escritura pertenece a un grupo de artes mágicas relacionadas con la visualización y transmisión de ideas, emociones e intuiciones” (Manguel, 2016) que el lector, si logra procesarlas mentalmente, habrá ganado un espacio muy esencial para su formación personal y cultural.

En conclusión, acercarnos democráticamente y con ímpetu a conocer el pensamiento altamente calificado de los demás desde la lectoescritura, nos encamina a reflexionar acerca de “las dos manifestaciones esenciales de la vida humana, el lenguaje y el sentimiento, [dado que] siguen siendo los conceptos sustentadores de todo humanismo, y los imprescindibles personajes de ese escenario. [De otra parte,] el lenguaje y la capacidad de sentir, de amistarse y amar, forman el entramado que, en múltiples variaciones, fragua la existencia y alumbra los territorios de su desarrollo y progreso” (Lledó, 2022), tan vitales para que las palabras cobren vida desde el contenido exigente, iluminador que lo marca el autor y que, el lector, sabe cómo proyectarse paulatinamente con una lectura en profundidad, inmersa y proyectivamente saludable para la convivencia y supervivencia en la civilización digital y tecnológica que estamos enfrentando.